EL BOSQUE Y LA GUERRA EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA I


Concept Art del juego Total War: Roma II, 2004. Fuente


El bosque ha funcionado como escenario bélico a lo largo de la Historia, desde la prehistoria hasta las guerras más cruentas de la edad contemporánea. Desde Teutoburgo (del que hablaremos en la segunda parte de esta entrada) hasta luchas tan terribles como la batalla en el bosque de Hürtgen o las Árdenas, de la II Guerra Mundial, estos paisajes jugaron un papel fundamental en los desarrollos y resultados de numerosos conflictos bélicos. Para comenzar a desgranar esta relación entre el paisaje y el contexto bélico, hemos decidido viajar hasta la Antigüedad clásica, centrando nuestro interés en las campañas militares romanas. ¿Comenzamos?


A modo de introducción… 

¿Por qué es un escenario tan relevante en el plano bélico? Su propia realidad física, su geografía, dificulta el trasiego de efectivos y equipamiento de una manera tan fluida como podría llevarse a cabo en campo abierto. La irregularidad del terreno puede ser una ventaja o una maldición, según se vea. Pensemos que los senderos indicados y perfectamente delimitados que vemos actualmente, son de anteayer, como quien dice; lo de denominar al bosque espesura cobra su sentido en este momento, cuando nos ubicamos en parajes que han crecido libremente y sin control humano. Por tanto, para llevar a cabo emboscadas o ataques sorpresivos es el escenario ideal, pues es fácil ocultarse allí si no quieres ser encontrado. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en el bandolerismo, el movimiento maqui español o los diferentes movimientos guerrilleros de Latinoamérica. 

Maquis. Fuente

En la entrada que le dedicamos a los árboles movientes, reseñamos el pasaje shakesperiano del Bosque de Birnam. En él veíamos cómo un mensajero acudía presto a avisar a Macbeth del avance del mismísimo bosque hacia el castillo de Dunsinane. Cualquier tipo de ventaja en el campo de batalla es fundamental y, en ocasiones, es en el paisaje donde se encuentra al mejor aliado. El camuflaje que usa el ejército de Malcom es una de las principales estrategias militares que se han usado a lo largo de la Historia y que enlaza a la perfección con las amplias posibilidades que ofrecen las arboledas para hacerse invisibles entre las hierbas del sotobosque. 

Hay que tener en cuenta que, cuando hablamos del bosque en un contexto bélico, no nos referimos únicamente a él como el escenario de las batallas, sino como una fuente de abastecimiento fundamental. Ya sabemos que el bosque es una rica despensa natural, pero, sin duda, la madera es la reina de los recursos que nos ofrece. De la tala de los árboles se conseguía la madera para construir empalizadas y muretes, así como candelas para calentar los campamentos. De igual modo, las corrientes de agua abastecían del preciado líquido a los asentamientos cercanos, y la fauna y la recolección de especies vegetales y fúngicas podían acallar un poco los estómagos vacíos. 


El bosque y la guerra en la Antigua Roma 

No hay nada que le guste más a un buen cronista romano que agrandar las hectáreas de un bosque. Esta relación, aunque a veces pueda pasar desapercibida, es sumamente interesante, ya que enlaza con el grado de barbarie que se quiera destacar, y explico. Roma se presenta en esta relación como el baluarte supremo de la civilización y su antítesis sería la barbarie, paisajísticamente hablando, el lugar salvaje e ignoto. Germania fue un hueso muy duro que Roma nunca terminó de roer, así, la famosa selva Hercinia que describía César y que posteriormente recogió Tácito, se convirtió en una de las masas forestales que más interés despertó entre los autores romanos. 

La selva Hercinia, de la que arriba se hizo mención, tiene de ancho nueve largas jornadas; sin que se pueda explicar de otra suerte, pues no tienen medidas itinerarias. Comienza en los confines de los helvecios, nemetes y rauracos; y por las orillas del Danubio va en derechura hasta las fronteras de los dacos y anartes. Desde allí tuerce a mano izquierda por regiones apartadas del río, y por ser tan extendida, entra en los términos de muchas naciones. No hay hombre de la Germania conocida que asegure haber llegado al principio de esta selva aun después de haber andado sesenta días de camino, o que tenga noticia de dónde nace. Sábese que cría varias razas de fieras nunca vistas en otras partes. (César, De Bellum Gallico, 6, 25) 

Podemos ubicar estos bosques repartidos por el centro y noroeste de la actual Alemania y, aunque seguramente habría variaciones botánicas en comparación con los bosques actuales, estaría compuesta en su mayoría por coníferas como el pino o el abeto, además de especies caducifolias como las hayas y, en menor medida los robles, en zonas situadas más al sur. Muchos la han querido identificar con el actual parque nacional de Harz (PDF), unas 25.000 hectáreas de bosque extendidas por las regiones de la Baja Sajonia y la Sajonia Anhalt. 

Parque Natural de Harz. Fotografía de Miko Lehmann. Fuente

Aunque las descripciones de autores como César, Tácito o Dion Casio respondan a un interés político y propagandístico, conviene recordar que dentro de la construcción mítica de Roma también encontramos alguna que otra relación del bosque con el estado de barbarie. Virgilio, en el libro VIII de la Eneida, incluye una conversación entre Evandro y Eneas en la que el primero explica que, en los bosques que anteriormente poblaban el Lacio, vivían humanos semi-salvajes, «oriundos de los troncos de rígidos robles», ligando así al medio forestal con el estado salvaje incluso dentro de la propia historia romana. 


¿Con qué términos se denomina al bosque en las fuentes?

Como hemos apuntado, los bosques de la Galia y, sobre todo, de Germania son los más prolíficos en cuanto a descripciones y menciones, pero no son los únicos. En los textos los encontramos nombrados con la denominación de saltus, un término que se conservará hasta la Edad Media, donde se le identificará con la porción de bosque sin trabajar, lo silvestre. Volviendo a las fuentes clásicas, normalmente se asocia al bosque per se, pero en ocasiones podemos encontrarlo haciendo referencia a otros accidentes geográficos, como los desfiladeros o los estrechos. El término saltus puede aparecer, o bien para denominar un punto geográfico concreto —por ejemplo, para nombrar los Pirineos, Tito Livio se referirá a ellos como el saltus Pyrenaeum— o bien para usarlo de manera genérica, uso similar del término silva. Hay tantas maneras de denominar al bosque y tantos matices a destacar, que nos desviaríamos totalmente del tema que estamos tratando, así que lo emplazaremos para una futura entrada. 


Los árboles combatientes o cómo ayudarse del paisaje

Una de las cosas que sacamos en claro al comparar fuentes es que los romanos eran espléndidos luchadores en campo abierto, pero dentro del bosque… Roma no siempre victrix. Conocer la geografía en la que se batalla es fundamental, ventaja con la que los pobladores locales partían de antemano. Veleyo Patérculo, en su Historia, decía del paisaje dálmata que era «casi inexpugnable por el sitio de los lugares y montes, por su fiereza natural» y de los daorisos y desiciates que «entendían maravillosamente la guerra entre las estrechuras de aquellos bosques». 

Tanto en campañas en Hispania y Lusitania, como en la Galia, en Germania o en Dalmacia, observamos una estrategia común: la emboscada o las guerrillas. Basadas en ataques y retiradas sistemáticos, evitando el combate cuerpo a cuerpo y atacando con armas arrojadizas. Estas tácticas dieron sus frutos en numerosas ocasiones por lo que una de las medidas para evitar estos ataques fue la deforestación del medio; sin árboles no hay sorpresa. Esto fue lo que pensó Julio César durante sus incursiones en la Galia y, como siempre es mejor prevenir que curar, mandó talar algunos metros de bosque para evitar que agrupaciones enemigas se camuflaran entre los árboles.

Para conocer con más profundidad cómo se llevaban a cabo estas estrategias, os emplazamos a leer la segunda parte de esta entrada. En ella analizaremos dos bosques muy reconocidos: Litanam y Teutoburgo.




¡Os espero entre las hojas!


Bibliografía

Fuentes primarias
  • CÉSAR: Guerra de las Galias. Edición de YEBRA, V.G. & ESCOLAR SOBRINO, H. Madrid: Editorial Gredos, 1980.
  • TÁCITO, Cayo Cornelio: Germania. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2006. Podéis consultarlo aquí.
  • TITO LIVIO: Historia de Roma desde su Fundación XXI-XXV. Traducción y notas de José Antonio Villar Vidal. Madrid: Gredos, 1993. Podéis consultarlo aquí.
  • VELEYO PATÉRCULO: Historia Romana. Introducción, traducción y notas de Mª Asunción Sánchez Manzano. Madrid: Gredos, 2001. Podéis consultarlo aquí.

Fuentes secundarias
  • BARROS, Mª José: “La frontera del Rhin: Génesis de un mito”, en Historias del Orbis Terrarum, 1, 2009. pp. 26-47. Podéis consultarlo aquí. (PDF) 
  • CORTÉS Y LÓPEZ, Miguel: Diccionario geográfico-histórico de la España Antigua. Tarraconense, Bética y Lusitana, con la correspondencia de sus regiones, ciudades, montes, ríos, caminos, puertos e islas a las conocidas en nuestros días. I-II-III. Madrid: Imprenta Real, 1835. Podéis consultarlo en la Biblioteca Digital Hispánica
  • CORTIJO CEREZO, Mª Luisa: “Referencias al bosque en las campañas militares de la Hispania romana”, en Hispania Antigua XXIX, 2005. pp. 43-60. Podéis consultarlo y descargarlo aquí

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