LA NATURALEZA Y EL ROMANTICISMO: EL BOSQUE
Ivan Shishkin - En el bosque de la condesa Mordvinova. Petergof, 1891. Fuente: Wikimedia Commons |
Cuando hablamos de naturaleza desbocada, de viejas glorias arquitectónicas derruidas, de espiritualidad e individualismo, es casi imposible no pensar en el Romanticismo. Esta corriente cultural se extendió por gran parte de Europa y América en el siglo XIX, enraizando con mayor fuerza en la literatura y el arte. La ligazón del pensamiento romántico con la naturaleza salvaje es casi una seña de identidad, por lo que el medio natural dejará de ser un mero escenario para convertirse en un ente simbólico.
La concepción de la Naturaleza en el pensamiento romántico
Aquel a quien la Naturaleza se le aparece como algo muerto, jamás podrá alcanzar aquel profundo proceso, semejante al químico, gracias al cual, como acrisolado en el fuego, nace el oro puro de la belleza y la verdad.
Schelling
Es inevitable que volvamos la vista hacia atrás para comprender el brusco contraste entre la Naturaleza neoclásica y la romántica. Como ocurrió en otros ámbitos, el mundo natural también se debía pasar por el tamiz de la razón, depurando así las irregularidades que ésta contenía. Los paisajes neoclásicos están delimitados por el hombre, es decir, son serenos, dóciles, con un arquitectura recta y armónica. La naturaleza clasicista está, pues, a merced de los intereses humanos. Con la llegada de las ideas románticas esta situación cambiará de manera radical pues no solo dejará de ser un mero escenario sino que se le otorgará un alma y una amplia variedad de simbolismos ocultos.
El trasfondo filosófico romántico
El trasfondo filosófico romántico se compone de influencias neoplatónicas y místicas con teorías científicas de la época ¿Por qué se eligen estas vías de pensamiento para formalizar la estructura mental romántica? El neoplatonismo muestra un equilibrio entre las diversas potencias del cosmos: el macrocosmos y el microcosmos (el hombre), que se relacionan entre sí pero que a la vez son independientes. Se puede decir que hay fuerzas activas en el Cosmos que actúan de manera independiente pero que a la vez lo sustentan. Por otro lado encontramos la mística, donde podemos incluir algunos puntos de la Cábala, como el mensaje oculto de las palabras o la concepción mística de la Naturaleza. Además del neoplatonismo, la mística y la ciencia, también se tomaron elementos de la mitología, la teología o la teosofía (de un marcado carácter esotérico). Esta tendencia filosófica, que cobra fuerza durante el Romanticismo, es conocida como Filosofía de la Naturaleza, la cual ya existía desde la antigüedad clásica.
¿Qué novedades aporta el Romanticismo a esta teoría filosófica? Para contestar a esta pregunta usaremos las palabras de Antonio Pérez Quintana:
Los Natürphilosophen leen apasionadamente a Böhme, son teósofos, se apropian argumentos del esoterismo, y no hacen otra cosa que seguir la tradición teosófica cuando buscan semejanzas, analogías y correspondencias en todo o cuando ven en todas las cosas símbolos de otras realidades. La Natürphilosophie se propone recuperar la alianza (rota desde Galileo) de la ciencia con la teosofía e interpreta los descubrimientos de las nuevas ciencias a la luz de supuestos teológicos y esotéricos. Abre con ello las puertas a las más arbitrarias extrapolaciones[1].
La filosofía de la naturaleza romántica incluye la ciencia en sus teorías pero la usa a conveniencia, es decir, la manipula o la integra dentro de sus parámetros, aceptando los elementos que encajen en ellos y descartando los que no se ajusten, postura que bien representa Friedrich Schelling (exponente del idealismo y la tendencia romántica alemana). Resumiendo, la “naturaleza racional” sigue siendo un centro de interés para los románticos. Lo que ellos hacen es irracionalizarla y dotarla de un halo espiritual y simbólico.
La naturaleza romántica
Si con el Clasicismo veíamos la imagen de una naturaleza ordenada y racionalizada, el Romanticismo romperá las cadenas de la razón. Ahora el medio natural no será solo el marco físico, el escenario, sino que funcionará por sí mismo como símbolo. Ya no está supeditado al hombre, al contrario, ya que es él quien ahora acude a ella en busca de sus señas de identidad. En este momento se comienza a dotar a la Naturaleza de un fuerte simbolismo que impregnará, poco a poco, el subconsciente, como bien apunta Rafael Argullol:
Una ruina, una montaña, un atardecer o un huracán debe evocar y, por tanto, reflejar plásticamente, no fenómenos orográficos o climatológicos, sino estados de la subjetividad[2].
Genaro Pérez Vilaamil y Duguet - Manada de toros junto a un río, al pie de un castillo, 1837. Fuente: Museo del Prado |
La Naturaleza tiene en sí la capacidad de evocar. Hasta sus formas más pequeñas y simples son capaces de inspirar a los autores. En las obras, ya sean de arte o poesía, no solo estará reflejado el paisaje y su simbolismo sino el estado anímico del propio autor. La naturaleza se liga al sentir y se convierte en depositaria de la esencia de las cosas.
¿Qué buscan los románticos en el medio natural?
La Naturaleza romántica es indomable e imponente. El ser humano se siente dominado, hipnotizado por ella, y reconoce sus limitaciones, por tanto, ama y admira la doble faceta que ésta posee: benevolente y destructora.
Además se introducen una serie de nuevos factores pues en ella se busca a la divinidad y se pretende alcanzar “lo Absoluto”. Se intenta buscar el mundo sobrenatural a través del paisaje natural. El romántico refuerza sus lazos con la Naturaleza y se comunica con ella a través de los sentimientos: Estamos en relación con todas las partes que componen el universo, y asimismo con futuro y pasado[3].
En esta búsqueda de la divinidad a través de la Naturaleza, el romántico emprende un viaje casi místico, sentimiento que ilustramos a través de las palabras de Lord Byron: No vivo en mí, sino que me convierto en porción de lo que me rodea… Me sustraigo de todo lo que pueda ser o haya podido ser para mezclarme con el universo.
Caspar David Friedrich - El Monje y el Mar, 1808-1810. Fuente: Wkipedia |
Como ya hemos apuntado, los motores del pensamiento romántico son la imaginación y los sentimientos. Del mismo modo, se moraliza la Naturaleza, devolviéndola la faceta simbólica de la que gozaba en los primeros siglos medievales. El arte y la poesía usarán el paisaje como factor moralizante y otorgarán a los elementos naturales, o artificiales como las ruinas o los barcos, un simbolismo predeterminado que reflejará el sentir del autor. Los árboles, por ejemplo, simbolizarían la religión viva en la Naturaleza, aunque de manera individual cada especie también gozaría de una interpretación personalizada, como podemos comprobar en el trabajo de Friedrich.
Por tanto, el verdadero objetivo de los románticos es reflejar la esencia de las cosas, trascendiendo la realidad física a través de la imaginación y el subconsciente. Es importante captar la esencia de las cosas para así poder evocar sentimientos ¿Y qué disciplina es la que mejor puede captar esta esencia y representar los simbolismos? El arte. Caspar David Friedrich opinaba, sobre estas líneas, lo siguiente:
Cierra tu ojo corporal, para que veas primero tu pintura con el ojo del espíritu. Entonces deja salir a la luz lo que viste en la oscuridad, para que pueda ejercer su efecto sobre los otros, del exterior al interior.
Las categorías de la naturaleza romántica: lo bello, lo sublime y lo pintoresco
Como se ha visto, la filosofía es un pilar muy importante para la conformación del pensamiento romántico. Puesto que el arte es una de las vías más perfectas para alcanzar “lo Absoluto”, no nos ha de extrañar la aplicación de términos filosóficos para describir el paisaje.
Lo bello
El arte bello y libre no se cuida de su forma exterior no permite observar en ella ninguna reflexión, ninguna finalidad, no permite descubrir ninguna intención, sino que en cada expresión, en cada aspecto, revela la idea y el alma del Todo. Estas palabras de Hegel ilustran “lo bello” romántico.
Lo bello es una propiedad del espíritu, de la conciencia. Lo bello es dependiente de la sensibilidad de cada individuo y su finalidad solo es agradar a los sentidos. Este término está íntimamente ligado a lo sublime: «Bello y sublime son sentimientos que obedecen menos a la condición de las cosas externas que las suscitan, que a la sensibilidad peculiar de cada hombre[4]
Caspar David Friedrich - Der abend, 1820-1821. Musseo Georg Schäfer. Fuente: Wkimedia Commons |
Lo sublime
Es, quizás, el término más característico de la belleza romántica. Lo sublime hace referencia a aquello que se encuentra fuera de todo límite. El hombre rememora el descontrol, por lo que se busca en la naturaleza aquello que el ser humano no puede controlar. Conociendo este sentimiento se entiende la predilección de los autores románticos, bien sea en pintura o poesía, por los desastres naturales, el asombro que inspira la Naturaleza desbocada.
Muchos han sido los filósofos del Romanticismo que han teorizado sobre este término. Lo sublime provoca en el sentir humano una vorágine de sensaciones, desde lo terrorífico a lo bello o lo magnífico. Kant lo definió de esta manera:
Este sentimiento viene acompañado algunas veces de cierto horror o también melancolía, en otros casos únicamente de admiración sosegada y, en otros además, de una belleza que se extiende sobre un plano sublime[5].
Para ilustrar lo sublime en un ejemplo literario vamos a recurrir a un fragmento del Frankenstein de Mary Shelley, donde las montañas se alzan como iconos de este término:
Contemplé el lago: sus aguas estaban en calma; todo a mi alrededor respiraba paz y los nevados montes, «palacios de la naturaleza», no habían cambiado. Poco a poco el maravilloso y sereno espectáculo me restableció, y proseguí mi viaje hacia Ginebra.La carretera bordeaba el lago y se angostaba al acercarse a mi ciudad natal. Distinguí con la mayor claridad las oscuras laderas de los montes jurásicos y la brillante cima del Mont Blanc[6].
Phillip James de Loutherbourg - Avalancha en los Alpes, 1803. Fuente: TATE |
Lo pintoresco
Es la suma de lo bello y lo sublime. Lo compone lo irregular, la diferencia de texturas, lo asimétrico. Se concibe como “lo digno de ser pintado”. Lo pintoresco se rebela contra la rectitud del clasicismo, buscando lo exótico y lo raro. Se busca el contraste de luces y sombras, lo abrupto del terreno, la vegetación, etc. El mundo rural es su escenario predilecto, mostrando la interacción entre el hombre y la naturaleza.
John Constable - El Carro de Heno, 1821. Fuente: National Gallery |
¿Por qué tipo de Naturaleza se sienten atraídos los románticos?
Como hemos ido viendo a lo largo de la lista de artículos de nuestro blog, la Naturaleza posee dos facetas bien diferenciadas que se pueden mostrar tanto separadas como relacionadas. La Naturaleza que admiran los románticos suele adaptarse más al modelo de locus horridus, el medio silvestre y desatado, el abismo, el mar enfurecido, el bosque enredado, el volcán desafiante, las montañas colosales… El sentimiento romántico es capaz de ver belleza en lo indómito, lo terrorífico.
La voluntad romántica pretende romper las cadenas de la razón a través de la imaginación y la creatividad, una libre de reglas y dictados, para así sentirse parte de algo superior, ese “Absoluto” que se oculta en la Naturaleza y que no ha sido mancillado por la mano humana. Es en este último punto donde encontramos el porqué de la adoración al medio salvaje, silvestre, pues crece libre, sin limitaciones y permanece en estado virgen.
EL BOSQUE Y EL ROMANTICISMO
Este espacio, como ocurre con la mayoría de los paisajes, conserva el carácter dual de la naturaleza, siendo en el Romanticismo más predominante la faceta de locus horridus. Los bosques románticos son oscuros, espesos, lugares indómitos donde todo puede pasar. Su aparición no implica siempre el mismo simbolismo ni tiene la misma faceta por lo que hemos intentado hacer una división según su aparición en algunos ejemplos literarios.
Asociación con elementos arquitectónicos
Mayoritariamente los castillos, viejas glorias arquitectónicas que en los relatos se encuentran en plena decadencia. Buenos ejemplos de esta asociación los encontramos en Carmilla, de Le Fanu, o El Castillo de Leixlip de Charles Robert Maturin, entre muchos otros ejemplos.
No puede haber nada más pintoresco ni más solitario: el castillo está construido sobre una suave colina en medio de un bosque; el viejo y angosto camino pasa por delante del puente levadizo, que nunca he visto alzarse, y frente al foso lleno de percas, en cuya superficie adornada de blancos nenúfares nadan los cisnes.
Dominando este conjunto se yergue el castillo, con su fachada de numerosas ventanas, sus torres y su capilla gótica.Frente a la verja, el bosque se abre en un claro irregular y pintoresco. A la derecha, el camino pasa por un empinado puente gótico tendido sobre un arroyo que serpentea a través de las sombras profundas del bosque[7].
También podemos encontrar al bosque asociado a otros elementos artificiales, como el puente. La pareja formada por el castillo y el bosque evoca épocas pasadas y recrean a la perfección un ambiente predispuesto para la aparición de lo sobrenatural.
Caspar David Friedrich - Abadía en el robledal, 1809. Conservado en la Antigua Galería Nacional de Berlín. Fuente: Wipedia |
Hogar de lo sobrenatural
El bosque es el reino de lo imaginado, una puerta verde que alberga numerosos temores. En su interior pueden hospedarse desde criaturas monstruosas, bestias hasta seres fantasmales. Estos encuentros pueden materializarse o, simplemente, desarrollarse en la mente de los protagonistas, como le ocurre al cochero que traslada a Jonathan Harker hasta el paso del Borgo, quien, temeroso, dirige el carruaje bajo el aullido de los lobos. Para ilustrar un ejemplo de encuentro materializado, vamos a recurrir a Gustavo Adolfo Bécquer y sus Ojos Verdes:
-¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu patria? ¿En dónde habitas? Yo vengo un día y otro en tu busca, y ni veo el corcel que te trae a estos lugares ni a los servidores que conducen tu litera. Rompe de una vez el misterioso velo en el que te envuelves como en una noche profunda. Yo te amo y, noble o villana, seré tuyo, tuyo siempre...El sol había traspuesto la cumbre del monte; las sombras bajaban a grandes pasos por su falda; la brisa gemía entre los álamos de la fuente, y la niebla, elevándose poco a poco de la superficie del lago, comenzaba a envolver las rocas de su margen[8].
Moritz von Schwind - Aparición en el bosque (La Bella Durmiente), 1858. Fuente: Ständel Museum |
Lugar mágico. Recuperación de las mitologías y de los seres elementales
El Romanticismo fue una época muy prolífica para la literatura infantil, recuperando cuentos antiguos o creando nuevos, historias que a su vez estaban ilustradas. Estos cuentos estaban repletos de seres elementales, bien sean hadas o duendes, los cuales podemos encontrar viviendo en el medio boscoso. Las mitologías y folclores locales se unirán a la recuperación de la mitología clásica, resucitando así a seres imaginarios selváticos.
Arthur Rackham - Encuentro entre Oberón y Titania (Sueño de una noche de verano), 1905. Fuente: Wikimedia Commons |
Lo exótico y el wilderness americano
Este punto está muy relacionado con los viajes de exploración y aventura. Las selvas indias, como las descritas por Kipling, o los viajes de descubrimiento biológico, como pueden ser los de Darwin o Humbold, mostraban al romántico europeo unos lugares desconocidos. Estos paisajes de naturaleza exuberante se combinaban con especies nuevas llenas de colorido. Pero, al igual que atraían por su belleza, lo hacían también por el peligro que suponían: pérdida, fieras o enfermedades, entre otros motivos.
Es en esta época cuando comienzan a documentarse y a explorarse las ingentes masas forestales de Norteamérica, lo que provocaría la futura creación de parques naturales, como Yosemite. El wilderness americano merece un capítulo aparte para sí mismo, por lo que emplazamos esta temática a una futura entrada.
Frederic Church - Paisaje Tropical, 1855. Fuente: Museo Thyssen Bornemisza |
Por último, no queremos olvidar la aplicación de este modelo silvestre, de naturaleza desatada, en los jardines. La rectitud clasicista también se romperá en la distribución de los jardines, siendo habitual dejar crecer el follaje sin limitaciones en los grandes jardines románticos europeos.
Deanery Garden. Fuente: Espores |
Como conclusión, podemos decir que el individuo del Romanticismo estaba íntimamente unido al medio natural, pues era el medio de evocación de numerosos sentimientos, además de ser el hogar de lo Absoluto, de la divinidad. En el caso concreto del bosque, vemos que no se desprende de las simbologías que ya tenía asociadas tiempo atrás, sino que se refuerzan. El bosque romántico es una moneda de doble cara que, al igual que aterroriza, encanta y sorprende.
¡Os espero entre las hojas!
BIBLIOGRAFÍA
- ARGULLOL, Rafael: La atracción del abismo: un itinerario por el paisaje romántico. Barcelona: Destino, 2000.
- BÉCQUER, Gustavo Adolfo: Rimas y Leyendas. Madrid: J. Pérez del Hoyo editor, 1971.
- BODEI, Remo: Paisajes sublimes. El hombre ante la naturaleza salvaje. Madrid: Siruela, 2011.
- BUTTLAR, Adrian von: Jardines del Clasicismo y el Romanticismo. El jardín paisajista. Madrid: Nerea, 1993. Podéis consultarlo parcialmente en Google Books.
- CANTERLA, Cinta: “Naturaleza y símbolo en la estética romántica” en Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, nº 4-5, 1997. pp. 53-58. Disponible online aquí
- FRICKE, Helmut; COMELLAS, Mercedes: “‘Weltseele’ und ‘Waldeinsamkeit’ – La filosofía de la naturaleza y el romanticismo” en Magazin, nº 16, 2005. pp. 50-55. Disponible online aquí
- GONZÁLEZ MORENO, Beatriz: Lo sublime, lo gótico y lo romántico: la experiencia estética en el romanticismo inglés. Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla- La Mancha, 2007.
- MARTÍNEZ PEÑARROJA, Leopoldo: El paisaje: el Romanticismo como búsqueda de lo sobrenatural, de lo trascendental, de la divinidad en la naturaleza. Valencia, 2007. [Tesina Final Máster] Trabajo disponible online aquí.
- PÉREZ QUINTANA, Antonio: “Filosofía de la naturaleza y ciencia: Schelling” en Ciencia y Romanticismo 2002: [Symposium Internacional]. Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia, 2003. pp. 43-70. Disponible aquí (PDF)
- POWTER, Alejandro: “Paradigmas de superación de la escisión Sujeto-Naturaleza en el Romanticismo y en la pintura de Caspar David Friedrich” en Signos universitarios, vol. 29, nº 45, 2010. pp. 83-106. Disponible online aquí.
- SHERIDAN LE FANU, J.: Carmilla. Traducción de Juan Elías Tovar. México: Fondo de Cultura Económica, 2013.
- SHELLEY, Mary: Frankenstein o El moderno Prometeo. Madrid: El País, 2004.
- TORT I DONADA, Joan: “De la naturaleza al paisaje. Una lectura geográfica de la novela ‘Frankenstein, o el Prometeo moderno’ (1818), de Mary W. Shelley” en Cuadernos Geográficos, vol. 51, nº 2, 2012. pp. 127-143. Disponible online aquí.
NOTAS
[1] PÉREZ QUINTANA, Antonio: “Filosofía de la naturaleza y ciencia: Schelling” en Ciencia y Romanticismo 2002: [Symposium Internacional]. Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia, 2003. pp. 43-70. p. 44.
[2] ARGULLOL, Rafael: La atracción del abismo: un itinerario por el paisaje romántico. Barcelona: Destino, 2000. pp. 68-69.
[3] Palabras del poeta alemán Novalis (1772-1801).
[4] Palabras de Inmanuel Kant pertenecientes a su obra: Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime.
[5] Ibidem
[6] SHELLEY, Mary: Frankenstein o El moderno Prometeo. Madrid: El País, 2004. p. 80.
[7] SHERIDAN LE FANU, J.: Carmilla. Traducción de Juan Elías Tovar. México: Fondo de Cultura Económica, 2013. p.7.
[8] BÉCQUER, Gustavo Adolfo: “Los ojos verdes”, incluida en Rimas y Leyendas. Madrid: J. Pérez del Hoyo editor, 1971. p. 111.
muchas gracias me a servido de mucho..!
ResponderEliminar¡Gracias a ti por leernos! Nos encanta escuchar que nuestro trabajo os sirve de utilidad :)
EliminarMuchas gracias! Es realmente útil e interesante
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EliminarExcelente trabajo, es usted un ensayista grandioso. Me ha servido en sobremanera el contenido de su trabajo. Muchas gracias!
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EliminarMe encantó! gracias por compartir la frase de Shelling, se queda conmigo también
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EliminarMuy interesante.
ResponderEliminarMuy interesante.
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
EliminarDiscupen me podrian decir el nombre del autor que hizo la reseña.
ResponderEliminar¡Buenas noches! Todas la entradas redactadas y compiladas en el blog son de mi autoría, Lucía Triviño. Puedes consultar la pestaña "¿qué es las Hojas del Bosque?" para saber más sobre mi trabajo en el blog.
Eliminar¡Un abrazo!
Me encanta la naturaleza y pasar momentos únicos de romances
ResponderEliminarInformación muy práctica, muchas gracias. Saludos.
ResponderEliminarBueno, faltó decir: recordé tanto mis tiempos de estudiante, en los qeu me volví una aficionada al romanticismo...hace mucho de eso...me siento motivada a retomar mis estudios filosóficos...gracias.
ResponderEliminarHola! ¿De qué texto/libro sacaste la cita de Schelling? Gracias!
ResponderEliminar¡Hola Malena! en primer lugar, disculpa por la tardanza en responder y muchísimas gracias por leernos :). La cita de Schelling se encuentra recogida en un artículo citado en la bibliografía de la entrada:
Eliminar- FRICKE, H.; COMELLAS, M.: “‘Weltseele’ und ‘Waldeinsamkeit’ – La filosofía de la naturaleza y el romanticismo” en Magazin, núm. 16.
¡Un saludo!
Hola! Me podrían decir que proponía la definición de naturaleza en el romanticismo? Gracias!
ResponderEliminarMuy buen artículo!
ResponderEliminarMaterial de sumo interés y relevancia, ahora podré terminar mi proyecto. Se lo compartiré a mis compañeros, gracias.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! :)
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