EYVIND EARLE Y LA BELLA DURMIENTE
Fondo realizado por Eyvind Earle para La Bella Durmiente. Fuente: Pinterest |
Eyvind Earle fue un artista estadounidense nacido en Nueva York en 1916. En 1918 se mudó a Hollywood con su familia. De pequeño sufrió polio, una enfermedad que se llevó a su hermano pequeño, algo que le marcaría de por vida y que influenció su carácter.
En 1927 comenzó un viaje un tanto traumático con su padre durante tres años en los que recorrieron México y muchas capitales europeas. En 1930 volvió a los Estados Unidos y fue sobreviviendo a los años de la gran depresión gracias a pequeños trabajos en ilustración, exposiciones y a la creación de cartas de navidad.
En 1951 comenzó su andadura en la compañía Disney, quizás sus trabajos más conocidos, trabajando en el arte de La Bella Durmiente. Gracias a esto recibió numerosos reconocimientos, entre ellos el Windsor McCoy Award por su legado en animación (1998) o el Disney Legend Award, recogido por su hija en 2015.
Tras esta etapa comenzó a experimentar en el campo del stop motion, realizando trabajos para publicidad y televisión. Su extensa obra se exhibió en galerías de Estados Unidos, Europa y Japón y publicó su autobiografía y la compilación de sus poemas, sus serigrafías y sus cartas de navidad.
Su hogar fue alternándose entre Nueva York y California, y es en esta última, concretamente en Camel, donde falleció en julio del año 2000 a los 84 años.
El arte de Eyvind Earle
A este artista estadounidense se le incluye dentro de la corriente artística del realismo mágico. La naturaleza es la mayor musa de su arte, por lo que los paisajes, arbolados o no, serán los protagonistas supremos de sus obras. Es importante destacar su atención al detalle en la composición de la vegetación; hojas, raíces, ramas y corteza se representan en todo su esplendor, pero de eso hablaremos con detalle un poco más adelante.
El realismo mágico
Aunque este término está ligado con la figura de Gabriel García Márquez, la verdad es que nació mucho antes de que el escritor publicara su novela más famosa, y bastante lejos de México. Esta denominación nació en la Alemania de principios de siglo, previa al nazismo. Fue acuñado por el crítico e historiador del arte, Franz Roh y hacía referencia a una corriente pictórica que rompía con el expresionismo y el abstraccismo. Aunque activa años antes, no fue hasta 1925 cuando Roh desgranó su teoría en 22 puntos.
Como ocurre con muchas corrientes artísticas, este término se desarrolló y evolucionó en base a otros puntos de vista. Es así como el realismo mágico pasó a denominarse Nueva Objetividad (o post-expresionismo) en el seno de la Alemania que lo vio nacer y, lo más curioso, alzado por los artistas en los que Roh se había basado para inspirar sus tesis. Esta teoría puede dividirse en dos grupos: los veristas y los mágico-realistas:
- Veristas: autores más comprometidos y críticos con la realidad de su tiempo. Se caracterizan por llevar a cabo una pintura crítica, de corte revolucionario, caricaturesca y satírica.
Work Disgraces. Georg Scholz, 1927. Fuente: Wikipedia |
- Mágico-realistas: están influenciados por la pintura italiana del Quatroccento, el naif francés y la pintura metafísica italiana contemporánea.
Evening on the Loire. Félix Valloton, 1923. Fuente: Wikiart |
Pero no creáis que esta corriente se quedó en Alemania, pues se extendió por Europa -con mayor arraigo en Holanda e Italia- y cruzó el Atlántico para asentarse en el arte y la literatura americanas. En estas tierras se le acogió con el nombre de Nuevo Realismo, aunque si os nombro a Edward Hopper y su famoso Noctámbulos seguro que lo ilustráis mucho mejor.
Nighthawks. Edward Hopper, 1942. Actualmente conservado en el Art Institute of Chicago. Fuente: AIC |
En Sudamérica se conoció gracias a la traducción y publicación del ensayo de Roh por parte de Fernando Vela en la Revista de Occidente, cuyos ejemplos pictóricos podemos encuadra en corrientes como el Realismo social.
Sabemos que es muy difícil discernir dónde se encuentra la fina línea que separa las distinciones artísticas, y más en una época tan convulsa como principios del siglo XX, por lo que será habitual que encontréis a muchos artistas de la época clasificados como expresionistas, post-expresionistas, realistas-mágicos, surrealistas, etc. Una escala de grises, vaya.
¿Por qué se caracteriza el realismo mágico?
A diferencia del surrealismo, que centraba su atención en el plano onírico, esta corriente hace hincapié en mostrar la racionalidad, la realidad, a través de un matiz mágico. Se representan paisajes y situaciones muy claras, como si se intentara conseguir una fotografía, pero intentando representar la magia, lo irreal que esconde lo cotidiano. Seymor Menton, en su Historia verdadera del realismo mágico, apuntaba que:
El realismo mágico consiste en la introducción sin énfasis por un artista o autor objetivo con un estilo aparentemente sencillo y preciso de un elemento inesperado y/o improbable en una obra predominantemente realista, que crea un efecto extraño o maravilloso y deja al espectador o al lector desconcertado, aturdido o agradablemente maravillado[1].
Influencias
Ya hemos apuntado que la relación de Eyvind Earle con su padre fue un tanto tumultuosa, pero reconoció su influencia a la hora de trabajar el color y en el desarrollo y perfeccionamiento de alguna de sus técnicas artísticas.
Su estilo fue tomando un cariz especial y propio que fue desarrollándose con influencias que iban desde el arte persa o el gótico (como bien comprobaremos más adelante) hasta los colores de Van Gogh, Cézanne o el arte de Rockwell Kent o Georgia O’Keeffe.
My Shanty, Lake George. Georgia O'Keeffe, 1922. The Phillips Collection. Fuente: Phillips Collection |
Su trabajo
Eyvind Earle comenzó a pintar a muy temprana edad y no dejó de explotar su faceta artística hasta su muerte. Aunque su faceta más conocida es la relacionada con la creación de fondos para la industria cinematográfica y la animación, usó una amplia variedad de técnicas como la acuarela, el óleo, la serigrafía o la escultura. Hay que destacar que no se dedicó únicamente al arte ya que, influenciado por su madre, también se interesó por la música. De igual modo era un entusiasta de la poesía y llegó a escribir y publicar su autobiografía ilustrada, Horizon Bound on a Bicycle, que publicó en 1991, además de un libro de poesías escritas entre 1940 y 1990.
Trees and bushesGrass and weeds and flowersCover the earthIn everlasting showersOf multicoloredMultipatterned lineTapestries and muralsArt divine[2]
Pero volvamos a la infancia del artista. Sus padres se separaron cuando él era muy pequeño por lo que pasaba temporadas o bien con su madre o bien con su padre. Pues bien, es en 1927 cuando realiza con este último un viaje a México. En el trayecto, su progenitor le desafía a elegir entre leer 50 páginas de un libro cada día o realizar una ilustración diaria. Eligió ambas opciones. De México pasaron a Cuba y de allí a Europa, donde expuso en 1929 en Ascain, Francia. Este viaje que se alargó por tres años supuso una experiencia traumática para el joven pintor, ya que su padre lo obligaba a pintar y dibujar durante gran parte del día. En 1930 logró escapar del control parental con la ayuda de su hermano Harold, que lo ayudó a volver a Estados Unidos, donde llegó con una apatía creativa importante.
A principios de la treintena del siglo XX, y coincidiendo con la gran depresión, su producción pictórica se disparó. En 1934 trabajó como asistente de sketch en la United Artist’s Studio, y en 1935 vivió todo el año en México dedicado únicamente a la pintura.
En 1937 comenzó su viaje en bicicleta, desde California hasta Nueva York. Fruto del mismo son las 42 acuarelas que vendió y que realizó en los 42 días que duró el trayecto y las exitosas exposiciones en las galerías Charles Morgan y la adquisición de una de sus obras por el Metropolitan Museum para su exposición permanente. En 1939 creó su propia compañía centrada en el diseño de sus cartas de Navidad. Pero su gran oportunidad llegó cuando Disney encontró a Earle. En 1951 comenzó su andadura en la compañía de animación, en la que estuvo hasta su renuncia en 1957, cuando fichó por otro estudio que le permitía trabajar cerca de casa.
Tras la etapa Disney, comenzó a trabajar las serigrafías y a experimentar en el campo del stop motion[3] con una cámara japonesa de 8mm. Poco a poco fue aprendiendo y se pasó a una cámara de 16mm y, con su experiencia y creatividad, en la década de los 60 decidió fundar su propia compañía de animación llamada Eyvind Earle Productions, Inc. A raíz de este hecho, comenzó a trabajar en publicidad, haciendo anuncios para marcas tan reconocidas como Marlboro, Chrysler, Chevrolet o Kellogs. De igual modo, trabajó en televisión con metrajes de animación como The Story of Christmas o The Easter Special.
A partir de 1968 su obra se expuso en numerosas galerías de Estados Unidos, Europa y Japón. Tras su muerte, ha recibido premios relacionados con su etapa en la Compañía Disney y se han organizado exposiciones y publicado libros de la misma temática, como el libro Awaking Beauty: The Artwork of Eyvind Earle (2017).
La naturaleza a través de sus ojos
Como apuntamos al principio de esta entrada, la naturaleza será la musa suprema de la obra de Eyvind Earle. Los árboles han conquistado sus lienzos, desde sus más tempranas acuarelas hasta las serigrafías y óleos más tardíos. Llenos de detalles, creaba árboles que no necesariamente tenemos porqué identificar con alguna especie real. A veces más realistas, a veces más fantasiosos, los árboles de Eyvind Earle tienen una exquisita aura decadente y al mismo tiempo maravillosa.
Llevo pintado durante 70 años y aún me siento abrumado por la infinidad estupenda de la naturaleza. Dondequiera que esté, miro alrededor y veo la creación […] Nada se encuentra fuera de lugar, la infinidad es un regalo que habita en cada elemento[4].
Esta afirmación nos recuerda ligeramente al discurso que abanderaban los románticos, una especie de oda a lo absoluto, a lo infinito que habitaba en el paisaje. Según él mismo decía, somos pequeños hijos que siguen las huellas de un dios creador y que, a su vez, podemos crear. Para Earle, el arte será la búsqueda de la verdad.
Tras su etapa en Disney, comenzó a pintar paisajes inspirados en el norte de su amada California. Árboles, prados y colinas de extensos horizontes donde colores cálidos y fríos se combinan para crear escenas casi mágicas.
Barns in the snow. Acuarela. Eyvind Earle. Fuente: Eyvindearle.com |
A tree poem. Serigrafía. Eyvind Earle, 1991. Fuente: Wikiart |
Delphinium. Serigrafía. Eyvind Earle, 1975. Fuente: Wikiart |
Central Park. Eyvind Earle, 1983. Fuente: Wikiart |
Wind Breaks. Óleo. Eyvind Earle. Fuente: Wikiart |
Cuando Disney conoció a Earle: La Bella Durmiente
En 1951 comenzó su andadura en la factoría Disney. Aunque es conocido principalmente por su trabajo en La Bella Durmiente, también trabajó como asistente en la creación de fondos y aplicación del color de varios cortometrajes, como Toot, Whistle, Plunk and Boom, que fue premiado en Cannes y en los Oscar. Nada mal para empezar. Y del corto pasó al metraje largo, realizando secuencias para Peter Pan (1953) y La Dama y el Vagabundo (1955). Para esta última, Walt Disney le pidió que intentara crear un paisaje en el cual apareciera un pequeño y agradable pueblo que invitara a mudarse al espectador y que, al mismo tiempo, el horizonte se expandiera hacia una naturaleza más salvaje que invitara a la aventura, ¿creéis que lo consiguió? Os dejamos la escena en cuestión para que podáis juzgar por vosotros mismos.
Background para La Dama y el Vagabundo. Fuente: Animation Backgrounds |
Pero sin duda, fue La Bella Durmiente la película por la que fue mundialmente reconocido. La producción duró casi 10 años y se estrenó en 1959. A pesar de que actualmente sea una de las joyas de los estudios del famoso ratón, en su día no obtuvo el éxito que se esperaba, a lo que además se sumó una importante pérdida económica. Una de las posibles causas de esta situación fue el lanzamiento de una película de princesas en una época en la que comenzaban a surgir nuevos movimientos sociales dentro de la sociedad norteamericana: los movimientos por los derechos civiles, la cultura hippie, el fenómeno fan de incipiente pop venido de Reino Unido, etc. Podemos decir que la adaptación de un cuento basado en el amor romántico más tradicional no encajaba del todo bien con una sociedad que comenzaba a replantearse y reivindicar otras formas de vivir su vida.
¿Cómo se ideó este proyecto?
En 1950 se comenzó a buscar gente para formar un grupo de artistas que pudieran llevar a cabo el proyecto. En 1952 se presentó un primer borrador que fue descartado por tener un estilo muy similar a películas anteriores. Aunque Walt Disney no se implicó en demasía en este proyecto (Disneyland se inauguró en 1959), sí dejó marcadas unas pautas que debían seguirse para hacer de esta película algo totalmente novedoso:
- Debía agradar a la vista.
- Los fondos debían armonizar tanto con la animación como con la historia y la música.
- Se supone que la historia del cuento sucedió en épocas pasadas, por lo que debía ambientarse debidamente.
- Se debían usar actores y actrices de carne y hueso como referencias a la hora de crear las animaciones.
Hay que añadir que esta película fue la última obra de Disney que se dibujó íntegramente a mano, caracterizada por una excesiva estilización y una gran armonía visual.
Entre catedrales, tapices y miniaturas medievales
Hay mucho de lo oriental, del gótico, de lo persa en el proyecto, así como del color de Van Gogh
Uno de los indispensables que estableció Walt Disney fue la ambientación, y es que en una ojeada podemos identificar, sobre todo, dónde se esconde la Edad Media en cada fotograma. El castillo -que posteriormente sería el emblema insignia de la factoría-, imita a la fortaleza de Saumur, en Francia, que a su vez se recogió en el siglo XV en el manuscrito iluminado de Les Très Riches Heures du Duc de Berry. ¿Es esto una feliz coincidencia? Por supuesto que no. Tanto Eyvind Earle como sus compañeros del proyecto recurrieron al arte gótico tardo-medieval: arquitectura, miniaturas iluminadas y tapices son las influencias más reconocibles. Earle revisó minuciosamente el arte de Van Eyck, quien trabajó en el manuscrito anteriormente nombrado, Durero, Bruegel o Boticelli, entre otros muchos. John Hinch, jefe de diseño, contempló el famoso tapiz del unicornio y visitó los claustros de Nueva York. ¿Y por qué el gótico tardío les pareció la mejor opción? Hinch pensó que su falta de profundidad espacial podría casar bien con las figuras animadas, y vaya si lo hizo. Earle contó que su objetivo era estilizar y simplificar el estilo gótico, intentar extraer el tapiz de la superficie de tela, lo más que pudiera.
Detalle del Tapiz del Unicornio. 1495-1505. Fuente: MET |
Pero no todo va a ser arte occidental. De Oriente le influenciaron las miniaturas persas y la pintura japonesa, sobre todo a la hora de crear la vegetación y los paisajes. De la pintura japonesa afirmó admirar el detallismo a la hora de representar hojas, flores y árboles.
Concept art de Eyvind Earle para La Bella Durmiente |
'Abd al-'Azim al-Yahya. Antología de poesía persa (Safina). 1681-1685. Fuente: MET |
Árboles otoñales, hierbas y un riachuelo. Período Edo. Finales del s. XVII, comienzos s. XVIII. Fuente: MET |
La Bella Durmiente del Bosque se ha ilustrado en numerosas ocasiones a lo largo de la Historia, siguiendo la estética de diferentes estilos artísticos, desde el manierismo hasta el pre-rafaelismo. De estas concepciones también se sirvió el equipo de arte de la película, pero Earle fue un paso más allá; aún sirviéndose de estas influencias y de estos trabajos, fue capaz de crear una estética nueva, mostrando un estilo gótico y contemporáneo al mismo tiempo.
Creando el reino de la Bella Aurora
Para este proyecto, Eyvind Earle usó figuras estilizadas de formas afiladas, rectilíneas y prismadas; fue alternando planos verticales y horizontales en los que jugó con las diferentes gradaciones de color para crear más o menos profundidad y jugar con la iluminación. Como nosotras somos más de bosque que de corte, vamos a analizar los fondos que usa para las escenas en el bosque.
Cuando Aurora conoce a Felipe, se encuentra interactuando con las criaturas que habita en la foresta. En esta escena, los personajes se encuentran en un primer plano, junto con árboles de cortezas rugosas en unos tonos más claros o brillantes para destacar su posición. El bosque es un lugar inmenso, y para que el espectador lo perciba así hay que jugar con los colores. Para resaltar el fondo e incidir en la profundidad de este espacio, Earle juega con las diferentes tonalidades de verde, aunque sin llegar a competir con las figuras principales:
Aquí hay figuras de muchos colores [...] ¿Cómo podían resaltar todas bien contra un mismo fondo? Earle resolvió el problema pintando la floresta con diversas gradaciones de color verde: verde frío, verde tierno, verde oscuro, todos más débiles que los colores de los animales y las figuras humanas[5]
El bosque de Eyvind Earle se conformaban con árboles altos, de troncos gruesos y finos, cuyas ramas nos recuerdan a una especie de catedral vegetal por la que animales y personajes deambulan.
Fuente: Animation Backgrounds |
Fuente: Animation Backgrounds |
Hemos visto que la fascinación de Earle por representar la naturaleza ya la traía consigo antes de entrar en Disney. Si bien las construcciones de la película -tanto los castillos como la cabaña del bosque- se representan con mucho detalle, la vegetación no iba a ser menos. La técnica que usó para crear los árboles constaba de varios pasos. En un primer momento dibujaba una figura cuadrada o rectangular de un color oscuro, a la que progresivamente iba añadiendo capas y capas de detalle:
Me gusta hacer los árboles cuadrados porque esto exige una técnica primitiva, que da estilo a lo pintado. Mirad, todas las pinturas primitivas están compuestas de líneas horizontales y verticales. Sólo cuando el arte se intelectualiza, aparecen las diagonales y las curvas[6].
Una de las razones por las que es famoso el arte de esta película, es por el detalle a la hora de crear todos los elementos vegetales, aunque no todo el mundo lo apreció así desde el principio. Gerry Geronimi, quien fuera director de esta cinta, dijo a Earle lo siguiente:
All the beautiful detail in the trees, the bark, and all that, that’s all well and good, but who the hell’s going to look at that?[7]
Pero no todo es vegetación sana y verde. Maléfica también tiene su propia botánica conformada por grandes y peligrosos espinos negros que maneja a voluntad para añadir puntos de honor a la gesta del príncipe.
Maléfica. Concept Art de Eyvind Earle. Fuente: Heritage Auctions |
Maléfica y el príncipe. Animation Concept. Fuente: Heritage Auctions |
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¡Os espero entre las hojas!
¡Felices Fiestas y próspero año nuevo!
BIBLIOGRAFÍA
- BARRIER, Michael: Hollywood Cartoons: American Animation in its Golden Age. Oxford University Press, 2003. Podéis consultarlo parcialmente en Google Books.
- PUGH, Tison; ARONSTEIN, Susan (edit.): The Disney Middle Ages. A Fairytale and Fantasy Past. Palgrave Mcmillan, 2012. Podéis consultarlo parcialmente en Google Books.
- THOMAS, Bob; Walt Disney Estudios: Maravillas de los dibujos animados. Valencia: Ediciones Gaisa, 1968.
- WHITLEY, David S.: The Idea of Nature in Disney Animation. Ashgate Publishing, 2008. Podéis consultarlo parcialmente en Google Books.
Multimedia
- “My life”, documental autobiográfico
Películas
- Peter Pan. The Walt Disney Pictures, 1953.
- La Dama y el Vagabundo. The Walt Disney Pictures, 1955.
- La Bella Durmiente. The Walt Disney Pictures, 1959.
Imágenes
NOTAS
[1] MORÉ, Ovidio: “El realismo mágico en la pintura”, en Artepoli.com. Abril, 2018.
[2] Poema 226. Recogido en la página oficial del autor.
[3] Técnica cinematográfica en la que se simula el movimiento de objetos y figuras a través de una sucesión de imágenes fijas, bien sean ilustraciones o fotografías.
[4] Transcripción de las palabras del autor pronunciadas en su documental autobiográfico, My Life.
[5] THOMAS, Bob y WALT DISNEY, Estudios (1968): Maravillas de los dibujos animados, Valencia, Ediciones Gaisa, p. 177.
[6] Ibidem pág. 164.
[7] BARRIER, Michael: Hollywood Cartoons: American Animation in its Golden Age. Oxford University Press, 2003. p. 558.
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