EL BOSQUE EN LA LITERATURA INFANTIL: SIMBOLOGÍA Y REPRESENTACIÓN
Castillo de Neuschwanstein, Schwangau, Alemania. Fotografía de Marc Wieland. Fuente: Unsplash |
Intentemos recordar por un momento nuestros cuentos de la infancia… ¿Qué paisaje predomina en nuestro recuerdo? Seguro que uno arbolado y denso; y es que el bosque se alza como uno de los lugares predilectos de la literatura infantil para desarrollar sus aventuras. Niños perdidos, lobos, monstruos, brujas y hadas cohabitan en un entorno boscoso fruto de múltiples influencias y mestizajes culturales.
Breve introducción a la literatura infantil
Los cuentos que actualmente tenemos interiorizados no siempre fueron así. La literatura anterior al siglo XVIII era dura y su objetivo era preparar a los más pequeños ante la posibilidad de la muerte prematura debido al hambre, la enfermedad, etc.; vaya, lo que se coloquialmente llamamos un baño de realidad. Afortunadamente para el público infantil, sus condiciones y esperanza de vida fueron mejorando y aumentando con el tiempo, por lo que la escritura se fue suavizando con la introducción de la ficción. En un primer momento de temática religiosa, progresivamente la fantasía se iba coronando como reina en los relatos. Los movimientos nacionalistas del siglo XIX europeo trajeron consigo la recuperación de viejas mitologías, folklore y literaturas, gracias a lo que las páginas de los cuentos comenzaron a poblarse de hadas, elfos y otros seres mágicos. Los hermanos Grimm o Hans Christian Andersen son buenos ejemplo de este proceso.
A pesar de esta faceta ficcional, maravillosa, si hay algo que caracteriza a la literatura infantil es su carácter moralizante, entendida como un primer manual de comportamiento: no vayas solo, no hagas caso a los extraños, no mientas, etc. Como esto podía resultar un tanto aburrido -ya sabemos que los niños son de concentración revoltosa-, comenzaron a incluirse elementos que llamaran su atención y despertaran su simpatía, es por ello por lo que entran en escena la fauna y la flora; y si a esto le añadimos ilustraciones ¡es el recopetín! A mediados del siglo XIX comenzó a disminuir la carga moralizante, dando paso a historias que se desarrollaban en el ámbito familiar y cotidiano. Los animales adquirían ahora rasgos propiamente humanos, como son el raciocinio y el habla, y no sólo eso, también se nos mostraba su vida cotidiana, sus hogares y sus actividades diarias a semejanza de los humanos. Un buen ejemplo de esto lo vemos representado en la obra de Kenneth Grahame, El viento entre los sauces, de 1908.
Ilustración de Robert Ingpen para El viento entre los sauces. Fuente: Pinterest |
Una vez superado el siglo XIX, la literatura infantil, lejos de decaer, comenzó a popularizarse muchísimo más. Actualmente tenemos numerosísimas opciones para elegir: por temática, por tipo de ilustración, por edades... y aún siguen siendo objetos de coleccionismo para algunos adultos nostálgicos (entre los que nos encontramos). Los tiempos han cambiado, las maneras de percibir lo cotidiano y el pensamiento colectivo también, pero la literatura infantil mantiene intacto ese objetivo de preparar a los más pequeños para el día de mañana -afortunadamente, de una manera mucho más suavizada- y enseñarlos a relacionarse con el mundo que los rodea.
La vegetación y los cuentos infantiles
Como bien afirma nuestra querida Aina S. Erice al inicio de su Cuéntame Sésamo, "los cuentos de hadas no son nada sin las plantas"; y vaya si tiene razón. Calabazas, manzanas, rosas, espinos, etc. pueblan las páginas de los cuentos que nos enseñaron a leer. Bien sea nombrando especies concretas o a través de grandes paisajes, la literatura infantil se sustenta sobre una base verde, ¿y esto a qué se debe?
El reino vegetal, aunque en menor medida que su homónimo animal, comienza a tomar un papel protagonista en los relatos de mediados del siglo XIX. En muchas de las historias que conocemos podemos encontrar flora extraordinaria, una imagen que se verá reforzada con la edad de oro de la ilustración infantil. Todos recordamos el jardín de las flores parlantes de Alicia en el País de las Maravillas, o los árboles humanizados de las ilustraciones de Arthur Rackman. Árboles, arbustos y flores también gozan de raciocinio, de habla ¡e incluso de movimiento!
Puede ser que no encontremos un bosque viviente, como entidad, pero estos paisajes son los escenarios predilectos de las aventuras infantiles. Caperucita, Hansel y Gretel, Pulgarcito, Vasilisa la Bella, La bella Durmiente, Rapunzel... y así podríamos continuar hasta el infinito.
La elección del encuadre espacial responde, en casi la totalidad del porcentaje, a los lugares conocidos, es decir, se incorpora a la narración los entornos que se conocen, bien sean bosques, desiertos, montes, páramos, junglas o el mismísimo océano. Para contextualizar esta pregunta vamos a referirnos, mayoritariamente, al ámbito occidental, por lo que, aunque muchos simbolismos puedan coincidir, quizás no sería apropiado trasladar este análisis a pies juntillas a los entornos arbolados de otras partes del mundo.
Ya hemos apuntado que el siglo XIX fue la edad de oro de la literatura infantil europea. Los autores, influenciados algunos por la incipiente corriente romántica y por los movimientos de corriente nacionalista, revivieron al bosque, lo recuperaron como escenario para encuadrar sus historias; pero, lo recuperaron de dónde. No es porque sintamos predilección por los mal llamados siglos oscuros, que sí, pero la Edad Media es el referente para muchos países europeos del siglo XIX, la época modélica. Si habéis recorrido un poco las entradas de este blog, recordaréis que el bosque era uno de los escenarios predilectos de la literatura medieval. De aspecto enmarañado y no con muy buena fama, el bosque medieval se reinstala en la literatura romántica como un lugar vago, libre, sacro y misterioso. La siguiente cita de los hermanos Grimm resume muy bien esta simbiosis entre naturaleza, folklore y sentimiento romántico:
En estos cuentos se encierra todo lo que existe en el mundo. En ellos aparecen reyes, príncipes, fieles sirvientes y honrados artesanos, pescadores, molineros, carboneros y pastores, todos tan próximos a la Naturaleza. También, como en los mitos que nos hablan de la edad de oro, la naturaleza entera se vivifica, el sol, la luna, las estrellas se nos ofrecen y nos hacen regalos y nos dan talismanes, o bien nos dejan sin nada; en las montañas trabajan los enanos en busca de metales preciosos, duermen las ninfas en las aguas, los pájaros, las plantas y las piedras hablan y saben expresar sus sentimientos; hasta la misma sangre habla y grita, de modo que la poesía ejerce sus derechos.Esta íntima relación entre lo más grande y lo más ínfimo tiene un indecible encanto, de modo que preferimos la conversación de las estrellas con un pobre niño abandonado en el bosque a toda la música de las esferas.[1]
Ilustración digital de Raahat Kaduji. Fuente: Pinterest |
Por tanto, el bosque de la literatura infantil no es un lugar idílico, para qué vamos a mentiros, los protagonistas no lo pasan muy bien, pero es que crecer es muy duro, la vida no siempre es amable y el conjunto de la foresta, y todos los elementos que contiene, actúa como una gran metáfora.
¿Cuántos tipos de bosque podemos encontrar?
Esta pregunta tiene trampa y no es corta de responder, pero lo vamos a intentar. Las combinaciones son casi infinitas según los factores a los que atendamos: la geografía, el tiempo estacional, la biodiversidad, su estado de explotación, el folklore, la época histórica, las supersticiones... Por ejemplo, no será lo mismo un bosque alemán en invierno que uno francés en primavera. Indagar en este tema excedería en mucho el espacio que tenemos en este blog, por lo que os emplazamos a conocer la realidad de alguno de los bosques más famosos de los cuentos infantiles de la mano de Sara Maitland en su obra Gossip from the Forest (nos tememos que no está traducida al español).
Ya vimos que según cómo actúen y se sientan los personajes, el bosque cambiará de simbolismo, mostrándose como un locus amoenus o un locus horridus. Los papeles que desempeña son muy variados, pues según avancemos en la enumeración, es posible que os retrotraigáis a literaturas antiguas y medievales.
Obstáculo transitorio
Atravesar el bosque es, en sí misma, una acción peligrosa. Porque, ¿cómo lo atravesamos?, ¿por dónde? El bosque puede ser muy extenso, puede estar transitado y atravesado por senderos, o no. En los relatos en los que aparece esta disyuntiva normalmente aparecen dos opciones fundamentales: cruzar el bosque por el camino marcado o, por el contrario, explorar en las lindes del mismo. Efectivamente, habéis acertado si habéis escogido la segunda opción.
En el cuento de Caperucita Roja, la niña, enfundada en su famosa capa roja, tiene que cruzar el bosque para llegar a casa de su abuelita y entregarle unos víveres. Su madre la advierte antes de salir de que no debe salirse del camino, pero un peludo personaje le hace cambiar de opinión. En la versión de los hermanos Grimm se introduce la escena de la tentación del lobo, mientras que en la previa de Perrault, el lobo engaña a la pequeña para que tome el camino más largo. El motivo del camino recto se lleva usando siglos en la literatura universal, para ejemplo famoso el de Dante y su selva oscura de La Divina Comedia. El bosque representaría los pecados, las malas decisiones, por lo que esta decisión estaría íntimamente ligada con nuestras decisiones vitales, la moralidad, y sus consecuencias en nuestra vida.
Ilustración propia realizada como recompensa para los mecenas de Érase una vez... el bosque |
¡Mira esas flores, Caperucita Roja!¡Qué bonitas! Esas que crecen ahí, al pie de los árboles. Acércate a mirarlas y mira lo bonitas que son. Si no te apartas del sendero, no oirás los trinos de los pájaros. Dentro del bosque se les oye cantar todo el rato, y es maravilloso[2].
En la versión de Perrault se nos cuenta que el lobo, al ver a Caperucita, se muestra hambriento pero no llega a atacar porque el bosque está lleno de leñadores. A pesar de representar la contraposición al mundo construido, el medio selvático es un provechoso espacio para el hombre, pues allí abastece su despensa y ubica su hogar y su lugar de trabajo. El ser humano frena las ansias de la bestia, en este caso el lobo, por lo que podríamos establecer una relación entre camino-civilización-buenas decisiones con bosque-lobo-malas decisiones.
En cuanto al lobo, desgraciadamente le persigue una fama nefasta desde la Edad Media. La sacralización de la naturaleza otorgaba simbolismos, buenos o malos, a los elementos naturales, y este mamífero no salió muy bien parado en este proceso -pero de esto os hablamos en esta entrada-. El tiempo no hizo más que perpetuar este estereotipo, del cual no se ha logrado desprender ni siquiera en la actualidad, pretexto que algunos grupúsculos siguen usando como justificación para llevar a cabo cazas indiscriminadas y batidas; afortunadamente para todos, este estigma va poco a poco desapareciendo en favor de la conservación de este bello mamífero.
Todo esto en cuanto a la decisión libre, pero ¿qué ocurre cuándo no queda otra alternativa? A esta disyuntiva se enfrentó la joven Blancanieves y, para ella, el bosque se presentaba con dos caras. Por una parte, es un salvoconducto, ya que es mejor internarse entre los árboles que enfrentarse a una muerte segura; pero por otra, el mero hecho de huir y perderse es un temor muy real con el que tiene que lidiar.
Ahora la pobre niña estaba sola y desamparada en el inmenso bosque, y tenía tanto miedo que miraba las hojas de los árboles y no sabía qué hacer. Entonces empezó a andar, y anduvo sobre afiladas piedras y por entre los espinos, y las fieras pasaban a su lado sin hacerle nada. Siguió andando todo lo que los pies pudieron sostenerla hasta que empezó a hacerse de noche; entonces vio una casita y entró en ella para descansa [3].
En su fuga, la niña se siente muy pequeña ante la inmensidad de los árboles. El paisaje oscuro y tétrico hacen que el miedo y la soledad quiebren el ambiente; ambiente que se regenera con la aparición de la cabaña de los enanos. Este pasaje fue muy bien adaptado por Walt Disney en la película de 1937.
Blancanieves, de Eugenio Recuenco. Fotografía incluida en Children's Stories (encargo para Vogue Novias), 2005 Fuente: Vogue |
Lugar de abandono
El motivo del abandono de infantes en el bosque es otro de los recursos más socorridos de este tipo de literatura. La violencia infantil ha existido durante toda la Historia y, aunque contraste fuertemente con la mentalidad actual, los niños y niñas podían llegar a convertirse en una pesada carga para sus progenitores si éstos no cumplían con lo que se esperaba de ellos; explicamos. Normalmente, cuando un niño alcanzaba la edad suficiente para trabajar, debía ayudar a sus padres en las tareas cotidianas y aportar beneficios a la economía familiar. Cuando el sustento no era suficiente para abastecer a todos, se podían llegar a tomar soluciones drásticas.
Partiendo de esta premisa, los cuentos de Hansel y Gretel o de Pulgarcito son los cuentos más reconocidos de esta faceta. En la versión de Pulgarcito de Perrault vemos que el abandono de los niños por parte de un matrimonio de leñadores se justifica por la pobreza, no por, digamos, una maldad innata. Aún así muchos podrían tildar esta acción como delito con alevosía, pues los progenitores llevan a cabo dos intentos: el primero en las inmediaciones de lo que llamaríamos el saltus medieval, y el segundo ya en las tripas de la espesura.
Partiendo de esta premisa, los cuentos de Hansel y Gretel o de Pulgarcito son los cuentos más reconocidos de esta faceta. En la versión de Pulgarcito de Perrault vemos que el abandono de los niños por parte de un matrimonio de leñadores se justifica por la pobreza, no por, digamos, una maldad innata. Aún así muchos podrían tildar esta acción como delito con alevosía, pues los progenitores llevan a cabo dos intentos: el primero en las inmediaciones de lo que llamaríamos el saltus medieval, y el segundo ya en las tripas de la espesura.
Fueron a un bosque muy espeso, en el que resultaba imposible ver a diez pasos de distancia. El leñador se puso a cortar leña y los niños, a reunir ramitas para apilarlas. El padre y la madre los vieron ataviados en su trabajo, se alejaron poco a poco y luego echaron a correr por un sendero oculto en la maleza. Cuando los niños se vieron solos, empezaron a gritar y a llorar con todas sus fuerzas.
(...) Llevaron los padres a sus hijos al lugar más espeso y sombrío del bosque, y acto seguido huyeron por un atajo y los dejaron solos (...) Así pues, estaban muy tristes, pues cuanto más caminaban, más se extraviaban y se adentraba en el bosque. Llegó la noche y se desató un fuerte viento que les infundió un miedo espantoso. Por todos lados, les parecía oír el aullido de los lobos que acudían a devorarlos. Se puso a llover a cántaros y quedaron calados hasta los huesos. A cada paso resbalaban y se caían en el barro, de donde se levantaban sucios y sin saber qué hacer con las manos.[4]
Pulgarcito y sus hermanos perdidos en el bosque. Grabado de Gustave Doré. Fuente: BNF |
Los padres de Pulgarcito no se ensañan en las formas, sino que confían en que las condiciones adversas del bosque se encarguen de hacer "el trabajo sucio". Si leemos a Bettelheim, nos describe a unos infantes paralizados por el miedo. El bosque y el trauma por haber sido abandonados anulan la inventiva y la capacidad de los niños que, aterrorizados, tienen que vagar en un espacio alejado del mundo civilizado. Al estar solos y alejados de la protección de sus progenitores, los niños ven el bosque como una selva oscura, un pozo de terrores a los que tienen que hacer frente.
Tanto en Hansel y Gretel como en Pulgarcito el bosque acoge dos realidades muy dispares:
- A pesar del abandono, su mundo conocido previo, su hogar, se encuentra en el bosque, en la cabaña familiar donde viven con sus progenitores. Esta pequeña construcción es acogedora y se encuentra en los límites del bosque, entre la civilización y el mundo salvaje.
- La otra cara de la moneda la representa la faceta más horridus del bosque. Supone lo desconocido, lo inseguro, y además está lleno de peligros. En las espesuras de ambos cuentos encontramos la casa del cruel ogro y la casa de jengibre de la bruja, situadas en lo más profundo de las mismas.
Hansel y Gretel, ilustración de Derek Stratton. Fuente: Pinterest |
Muchos autores han querido ver en estas transiciones un atisbo de rito de iniciación que representaría la entrada en el bosque como el estado infantil, y su salida como la edad adulta. Los terrores y peligros que hemos nombrado actúan metafóricamente como los obstáculos a superar en este paso de etapas.
Aventura, prueba
Este apartado es digno discípulo de las novelas de caballería medievales. Ya sabemos que el bosque es una gran prueba, un gran espacio transitorio, pues bien, estas pautas son la pasta de creación del buen caballero, el gran héroe, o heroína. La apariencia de selva oscura aumenta la heroicidad del protagonista y agranda y refuerza su hazaña: cuanto más peligrosa sea, más épica se presentará.
Pero si la realidad del bosque es ya peligrosa de por sí, lo será más aún si esparcimos unas semillas de fantasía. El bosque es el hogar de la leyenda, la superstición, la magia y el terror y sus prefiguraciones se encarnan en forma de brujas, ogros, dragones, fantasmas y demás bestias. Pero si hay un motivo muy ligado a los cuentos de hadas, ese es el rescate de la doncella. Comúnmente el héroe debe cruzar el bosque para encontrar a la princesa, y no será una tarea fácil. A veces no hace falta echar mano de criaturas de bestiario fantástico para frenar la tarea del héroe, basta con la proliferación de una vegetación enmarañada y espinosa.
En este fragmento de La Bella Durmiente del Bosque, de Charles Perrault, se nos describe cómo se crea el famoso bosque espinoso que rodea el castillo. Su aparición mágica y su perpetuidad por más de cien años, conforman una imagen de sí mismo basada en la superstición y el miedo, sin ella el príncipe no mostraría interés... En el mismo texto se nos cuenta que las habladurías cuentan que está llenos de fantasmas, que es allí donde las brujas celebran los aquelarres y que está habitado por un ogro aficionado al infanticidio. Con este cóctel perfecto, el príncipe se lanza a atravesar este temido bosque pero es que la vegetación no siempre se encuentra en el lado oscuro. Como fue creado a través de magia benéfica, llamémoslo así, la vegetación se abre por propia voluntad para dejar acceso al héroe y que pueda llegar hasta la torre donde duerme la doncella. Este matiz es muy interesante para nosotras, ya que se deja entrever que la vegetación tiene conciencia -mágica, pero conciencia- y sabe discernir entre el bien y el mal, pues deja pasar al príncipe pero inmediatamente después se vuelve a cerrar para impedir la entrada de sus soldados.
Aunque la literatura infantil clásica está plagada de protagonistas masculinos, también podemos encontrar heroínas. Personajes femeninos que se enfrentan a sus miedos y los superan, como por ejemplo la protagonista del cuento ruso Vasilisa la Bella.
Este apartado es digno discípulo de las novelas de caballería medievales. Ya sabemos que el bosque es una gran prueba, un gran espacio transitorio, pues bien, estas pautas son la pasta de creación del buen caballero, el gran héroe, o heroína. La apariencia de selva oscura aumenta la heroicidad del protagonista y agranda y refuerza su hazaña: cuanto más peligrosa sea, más épica se presentará.
Entrando en el bosque oscuro, ilustración de Brian Froud. Fuente: Pinterest |
Pero si la realidad del bosque es ya peligrosa de por sí, lo será más aún si esparcimos unas semillas de fantasía. El bosque es el hogar de la leyenda, la superstición, la magia y el terror y sus prefiguraciones se encarnan en forma de brujas, ogros, dragones, fantasmas y demás bestias. Pero si hay un motivo muy ligado a los cuentos de hadas, ese es el rescate de la doncella. Comúnmente el héroe debe cruzar el bosque para encontrar a la princesa, y no será una tarea fácil. A veces no hace falta echar mano de criaturas de bestiario fantástico para frenar la tarea del héroe, basta con la proliferación de una vegetación enmarañada y espinosa.
Entonces el rey y la reina, después de besar a su querida hija, sin que se despertase, salieron del castillo e hicieron pregonar que se prohibía acercarse a él. Tal prohibición resultó innecesaria, pues al cabo de un cuarto de hora creció alrededor del castillo tal cantidad de árboles, grandes y pequeños, de zarzas y espinos entrelazados unos a otros, que no habrían podido atravesarlo animal ni hombre; de forma que tan sólo se divisaban las puntas de las torres del castillo, y ello únicamente desde muy lejos. Nadie dudó de aquello era obra del hada.[5]
En este fragmento de La Bella Durmiente del Bosque, de Charles Perrault, se nos describe cómo se crea el famoso bosque espinoso que rodea el castillo. Su aparición mágica y su perpetuidad por más de cien años, conforman una imagen de sí mismo basada en la superstición y el miedo, sin ella el príncipe no mostraría interés... En el mismo texto se nos cuenta que las habladurías cuentan que está llenos de fantasmas, que es allí donde las brujas celebran los aquelarres y que está habitado por un ogro aficionado al infanticidio. Con este cóctel perfecto, el príncipe se lanza a atravesar este temido bosque pero es que la vegetación no siempre se encuentra en el lado oscuro. Como fue creado a través de magia benéfica, llamémoslo así, la vegetación se abre por propia voluntad para dejar acceso al héroe y que pueda llegar hasta la torre donde duerme la doncella. Este matiz es muy interesante para nosotras, ya que se deja entrever que la vegetación tiene conciencia -mágica, pero conciencia- y sabe discernir entre el bien y el mal, pues deja pasar al príncipe pero inmediatamente después se vuelve a cerrar para impedir la entrada de sus soldados.
La Bella Durmiente, de Herbert Cole, 1906. Ilustración incluida en Fairy Gold A Book of Old English Fairy Tales. Fuente: surlalunefairytales |
Al oír esto, el joven príncipe sintió inflamarse su corazón, y no dudó ni por un momento que era él el principe que debía culminar aquella aventura tan extraordinaria. Impulsado por el amor y la gloria, resolvió penetrar en el bosque y convencerse por sí mismo de la veracidad de lo que le decían. Apenas se dirigió hacia el bosque, todos los árboles gigantes y las zarzas y los espinos se apartaron para dejarle paso. [6]
He held up the false coin, ilustración de Arthur Rackham para Undine, 1909. Fuente: Pinterest |
Refugio de la bruja
Ya hemos visto que el bosque está habitado por seres sobrenaturales de toda índole, pero si hay uno que destaca por encima de los demás, incluso rivalizando con el lobo y el ogro, esa es la bruja. La bruja o maga, puede aparecer con un carácter maligno o benévolo. Según Propp, la maga tendría una conexión con el espacio donde habita pues en su figura se mantendría vivo el recuerdo del espíritu del bosque, presentándose en ocasiones como guardiana de los árboles y de sus animales.
Normalmente tiene su residencia en lo profundo del bosque, bien en cuevas o en cabañas fabricadas con materiales de lo más diversos, como la casa con patas de gallina de la Baba Yaga eslava o la casita de dulces de la bruja de Hansel y Gretel.
Forest. Detalle de una ilustración de Elena Anisimova. Fuente: Instagram |
Como hemos apuntado unas líneas más arriba, la bruja puede ser 100% maléfica o puede mostrar su cara más amable. Un ejemplo muy representativo de este segundo caso es Baba Yaga. Esta figura, tan importante en la tradición y folklore del Este europeo, a veces aparece como una amable anciana o como una temible bruja. Para conocerla un poco mejor vamos a acercarnos al cuento de Vasilisa la Bella.
Al leer este relato, podemos ver las similitudes con la versión de Cenicienta que conocemos en occidente, pues la joven vive con su madrastra y sus dos hermanas quienes, envidiosas de su belleza, la ordenan realizar muchísimas tareas del hogar para ver cómo desfallece y se esfuma su buen ver. Esto, lógicamente, no ocurre, pues la joven Vasilisa tiene una muñeca mágica a la que alimenta para que la ayude a realizar todos los trabajos -vamos, que la pobre muñeca está sobreexplotada laboralmente-. En un viaje del padre, la madrastra, sus hijas y Vasilisa se trasladan a una residencia cerca del bosque, siendo casi vecinas de la temida bruja que habita en un calvero. Sin fuego en el hogar, las hermanastras mandan a la joven a pedir leña a Baba Yaga, y aquí es donde aparece nuestra querida villana.
Vasilisa metió a la muñeca en el bolsillo y se adentró en el bosque oscuro, por caminos ignorados.(...)
Estuvo Vasilisa caminado todo el día y sólo al caer la tarde llegó al calvero donde se encontraba la casa de Baba Yaga. La cerca que la rodeaba estaba hecha de huesos humanos coronados por calaveras también humanas. El paso por debajo del portón estaba enlosado de pies humanos, los cerrojos eran manos y el candado, una boca de dientes agudos (…) Se hizo de noche. Sin embargo, la oscuridad duró poco tiempo. A todas las calaveras de la cerca se les encendieron los ojos, y en el calvero había tanta luz como en pleno día. Vasilisa temblaba de miedo. Las piernas no le obedecían, pero no podía alejarse de aquel horroroso paraje.
Vasilisa se dio cuenta de que la tierra retemblaba. Se escuchó un ruido terrible en el bosque, los árboles se entrechocaban, las hojas secas crujían, y apareció Baba Yaga, vieja hechicera. Le servía de timón la mano del mortero en que iba montada, y con una escoba iba borrando sus huellas. Antes de trasponer el portón se detuvo y vociferó olfateando a su alrededor:
—¡Fff, fff... Huele a carne rusa! ¿Quién hay aquí?[7].
Baba Yaga, de Ivan Bilibin, 1902. Incluida en Vasilisa la Bella y Baba Yaga. Fuente: Wikimedia Commons |
A raíz del análisis de este cuento en su obra Las Raíces históricas del Cuento, Vladimir Propp nos da las claves de cómo funciona el bosque en esta ocasión. Según nos cuenta, no se describe de una forma exhaustiva sino que se suele presentar como un “lugar denso, oscuro, misterioso y poco convencional”. Baba Yaga no es una bruja estándar, ya que controla el tiempo estacional, sus sirvientes son la luz de la mañana, el fuego y la oscuridad. Sin poder llegar a afirmar que en esta ocasión tiene un carácter benévolo -pues en varias ocasiones se remarca su afición por el canibalismo-, la bruja ayuda a Vasilisa, quien después de convivir con ella durante varios días, la expulsa de su hogar no sin antes ofrecerle una calavera ardiente para volver con la candela a por la que había salido en un primer momento. Y decimos que la ayuda porque con esa candela logra encender el fuego en la casa que compartían con su familia y, además, logra deshacerse de ella, ya que una llama potente reduce a cenizas a su madrastra y a sus hermanastras. Dos por uno.
La bruja ha evolucionado con el bosque. Poco a poco, las novedades editoriales han ido suavizando la imagen del bosque, introduciendo un mensaje ecologista y de respeto por el medio ambiente, al que se ha unido la figura de las famosas hechiceras. En muchos libros actuales, las brujas y los monstruos ya no son esas figuras horrendas y temibles, sino que se han convertido en personajes que también pueden despertar simpatías entre los más pequeños, como los grúfalos de Julia Donaldson o las brujas de Iban Barrenetxea.
La casa de Brujarella. Ilustración de Iban Barrenetxea para Brujarella. Fuente: Thule |
Resumiendo, el bosque que aparece en su faceta más negativa se conoce como selva oscura. En los cuentos infantiles es, sobre todo, un espacio transitorio y un pozo de temores debido a los peligros que en él se pueden encontrar. En el plano psicológico representa, como bien apunta Cooper: -“el mundo confuso de los problemas sexuales o mentales, es también el reino de las emociones, con toda su inestabilidad”-. Es además el reino de la magia, usado como frontera entre el mundo real y el maravilloso. En cuanto a su imagen más amable, a través de paisajes claros y amables, donde en ocasiones se humaniza a los animales y a algunas plantas, se presenta un bosque amigo, placentero, un lugar donde poder reconectar con la naturaleza y crear un mensaje para concienciar a los más pequeños de la importancia de la conservación del medio ambiente.
Ilustrando, que es gerundio
“La ilustración sirve, esencialmente, para despertar el interés de ese receptor, y, a la vez, para estimular y enriquecer su capacidad comprensiva en favor de un mejor y más completo acceso a la totalidad del mensaje contenido en una obra ilustrada[8]”
Las ilustraciones de los libros no ignoran las tendencias de arte vigentes en el momento de su producción, de hecho son un bello reflejo de las mismas. Un bosque siempre será un bosque pero no así la manera de representarlo. Las técnicas son muy variadas y no siempre el bosque tiene por qué representarse de manera realista; Miguel Calatayud, por ejemplo, dibuja el bosque de Caperucita Roja con árboles casi cubistas, muy juntos y espinosos.
Podemos empezar nuestro recorrido pictórico con los grabados de Gustave Doré (1832-1883). El uso de la escala de grises dota, de veras, al bosque de esa apariencia de selva oscura. Los árboles que representa atienden a la fisionomía real y su aparición se limita a los márgenes del propio dibujo. El bosque de Gustave Doré es, pues, un bosque clásico.
La Bella Durmiente, de Gustave Doré, 1876. Incluido en Les Contes de Perrault. Fuente: surlalunefairytales |
El siguiente artista de la lista es Arthur Rackham (1867-1939). La importancia del arte de Arthur Rackham reside en la temática de sus ilustraciones pues, como un recopilador del mundo mágico de los cuentos, hace del mundo féerico el protagonista de sus obras. El contraste de colores, la gama de tonos pastel y los delicados trazos de las figuras hacen que su visualización sea relajada. Podemos decir que su arte está fuertemente influenciado por la corriente prerrafaelita, donde la naturaleza cobra una vital importancia. Los árboles de Rackham no son simple atrezzo sino que interactúan con las figuras.
Suddenly the branched twined round her and tourned into two arms. Ilustración de Arthur Rackham para The old Woman in the Woods. Fuente: Pinterest |
De la influencia del prerrafaelismo pasamos al reinado del Art Nouveau con las figuras de Ivan Bilibin (1876- 1942) y Kay Nielsen (1886-1957). La inspiración en las formas de la naturaleza y la ruptura con las corrientes artísticas tradicionales hacen que los bosques de estos artistas gocen de una identidad propia. Realizados de una manera muy personal, podemos imaginarnos de veras la inmensidad de los árboles como la sienten los protagonistas de los cuentos. Las ilustraciones de Ivan Bilibin introducen totalmente al personaje en el bosque y representa de manera muy fiel la apariencia real del entramado ramaje del lugar. Kay Nielsen comienza a deformar las formas de la naturaleza, adaptándola al mensaje de cada obra, tanto es así que en su ilustración sobre Hansel y Gretel el bosque se redondea cubriendo a los personajes y en el cuento de East of the Sun and West of the Moon los árboles se elevan finos dando una sensación de oscura inmensidad. Muy importante, igualmente, es el contraste de colores, entre tonos oscuros y claros, destacando solo los elementos que interesan.
Hansel y Gretel. Ilustración de Kay Nielsen, 1923. Fuente: Wikiart |
In the midst of the gloomy thick wood. Ilustración de Kay Nielsen para East of the Sun and West of the Moon. Fuente: Wikiart |
El siguiente ilustrador que hemos elegido es Maurice Sendak (1928- 2012) ¿Por qué lo hemos incluido? Porque en su obra Where the wild things are la ilustración ya se entrelaza con el texto, no actúan de manera independiente, como ocurría en los casos anteriores. Las páginas del libro se van llenando de árboles a la vez que Max los imagina en su cabeza. El bosque de Sendak pierde la profundidad de los bosques anteriores pero lo amplia y lo expande. Pero lo que en un primer momento supuso una novedad, ahora se ha convertido en norma; no tenéis más que abrir los numerosos ejemplos de libros infantiles que inundan las estanterías de las librerías. La lista de la nueva escuela de ilustradores infantiles es casi interminable, pues ahora mismo es un sector muy en alza, por lo que en la bibliografía os hemos dejado unos enlaces para que buceéis entre sus trabajos.
El Flautista de Hamelin. Ilustración de Adolfo Serra. Fuente: adolfoserra |
Ilustración de Emily Hughes para el cuento Osos, de Sean Taylor. Fuente: papelenblaco |
Ilustración de Carmen Saldana. Fuente: estonoesarte.com |
Con esto terminamos el artículo de esta semana, esperando que este análisis os haya devuelto las ganas de revisitar los cuentos que han formado parte de nuestra infancia. Estas obras esconden mucho más que un mensaje moralizante, como habéis podido comprobar, y el bosque, aunque a veces parezca que es un simple escenario, nos dice más del significado de la obra de lo que pensamos.
Esta entrada es un resumen del capítulo completo que dedicamos a este tema en nuestro libro Érase una vez... el bosque. Si queréis echarle un ojillo parcial podéis acudir a Google Books. Si os interesa haceros con él, podéis comprarlo en Libros.com.
Para saber más podéis acudir a nuestro artículo incluido en la IV edición de la revista Herejía y Belleza que versa sobre la representación del bosque en las obras de Harry Clarke y Arthur Rackham, el cual está recogido en nuestro perfil de academia.edu --> "Reflejos del paisaje en las obras de Arthur Rackham y Harry Clarke: el redescubrimiento del bosque a través de la literatura infantil"
¡Os espero entre las hojas!
BIBLIOGRAFÍA
- BETTELHEIM, B.: Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Barcelona: Crítica, 1977.
- BRAVO VILLASANTE, C.: Literatura infantil universal (1). Madrid: editorial Almena, 1978
- COOPER, J. C.: Cuentos de Hadas. Alegorías de mundos internos. Consultado aquí.
- GARCÍA PADRINO, J.: Formas y colores: la ilustración infantil en España. Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2004.
- GRIMM, Jacob y Whilhelm. Blancanieves. Traducción de Isabel Hernández González. Madrid: Nórdica Libros, 2014. Consultado en versión digital de Google Books.
- GUIJARRO, M.R.: “Caperucita, ilustración actual y vanguardias” en Educación y Biblioteca, nº 183, mayo-junio 2011.
- HARRISON, R.P.: Forests. The shadow of civilization. Chicago, London: The University of Chicago Press, 1993.
- LLUCH, G.: Cómo analizamos relatos infantiles y juveniles. Colombia: Editorial Norma, 2004.
- MAITLAND, S.: Gossip from the Forest. The tangled roots of our forests and fairytales. London: Granta Books, 2013.
- PERRAULT, C.; GRIMM, J. y W.; TIECK, L.: Caperucita Roja. Traducciones de Luis Alberto de Cuenca e Isabel Hernández. Madrid: Nórdica Libros, 2012. Consultado en versión digital de Google Books.
- PERRAULT, C.: Cuentos de hadas. Ilustrado por Marta Ponce. Alma Clásicos Ilustrados, 2019.
- PROPP, V.: Las raíces históricas del cuento. Madrid: Ediciones Encuentro, 1981.
- WARNER, M.: Once upon a time.A short history of fairytale. Oxford University Press, 2016.
Multimedia
- Metáfora del Bosque y los niños
- Revista Imaginaria
- Exposición virtual sobre cuentos de hadas de la Biblioteca Nacional de Francia
- Myth&Moor: The Dark Forest
Ilustraciones
- Sur la Lune Fairytales. Página donde disfrutar de las ilustraciones de artistas clásicos.
- Wikiart
- Recopilación de ilustraciones infantiles en Pinterest.
- Hashtag para conocer el trabajo de los nuevos ilustradores/as infantiles en Instagram.
[1] BRAVO VILLASANTE, C.: Literatura infantil universal (1). Madrid: editorial Almena, 1978. p. 20.
[2] Fragmento extraído de PERRAULT, C.; GRIMM, J. y W.; TIECK, L.: Caperucita Roja. Traducciones de Luis Alberto de Cuenca e Isabel Hernández. Madrid: Nórdica Libros, 2012. Consultado en versión digital de Google Books.
[3] Fragmento extraído de GRIMM, Jacob y Whilhelm. Blancanieves. Traducción de Isabel Hernández González. Madrid: Nórdica Libros, 2014. Consultado en versión digital de Google Books.
[4] Fragmento extraído de Pulgarcito, en PERRAULT, C.: Cuentos de hadas. Ilustrado por Marta Ponce. Alma Clásicos Ilustrados, 2019. p. 128, 130
[5] [6] Fragmentos extraídos de La Bella Durmiente del Bosque, en PERRAULT, C.: Cuentos de hadas. Ilustrado por Marta Ponce. Alma Clásicos Ilustrados, 2019. pp. 70, 71.
[7] Fragmento extraído de Vasilisa la Bella. Versión de Imaginaria.
[8] Fragmento extraído de: GARCÍA PADRINO, J.: Formas y colores: la ilustración infantil en España. Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2004. p. 12.
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