LOS HABITANTES DEL BOSQUE (II): EL LOBO Y SUS HIBRIDACIONES

        


El bosque es un espacio de apariencias y sonidos donde no siempre se ve lo que se oye, es por eso que uno de sus simbolismos es ser la morada de multitud de fieras. Puesto que es la Edad Media la etapa en la que basaremos esta disertación, hay que advertir que la figura del lobo como fiera resalta por encima de todas las demás, destronando incluso al oso.

Representación del lobo en un bestiario. British Library,
Royal MS 12 F XIII. Folio 29r. Fuente: Bestiary.ca
La sabiduría popular contemplaba como protección ante el lobo,
desnudarse y hacer sonar dos piedras entre sí.
¿Quién es el lobo?

Animal venerado y temido desde los albores de la civilización, representa en su ser la simbología dual de la que goza el bosque. Los conflictos entre los seres humanos y los lobos responden a una lucha por los recursos. El lobo, gran depredador, se nutría de herbívoros salvajes; el problema surgió cuando el hombre comenzó a domesticarlos y a recortar su hábitat. Ante esta situación, no es de extrañar que el ganado domesticado siguiera formando parte de su dieta. El odio/temor hacia este mamífero derivó en sangrientas cacerías por gran parte del territorio europeo, llegando incluso a extinguirlos en algunos lugares.

San Isidoro, en sus Etimologías, describe al lobo como «bestia rapaz y sedienta de sangre». Esta definición despectiva se adhirió a la simbología del animal y permaneció vigente durante toda la Edad Media. Las fuentes que recogen estas pautas simbólicas son los bestiarios, en los que el lobo aparece como encarnación del mal: «El Diablo posee la naturaleza del lobo. Siempre mira con un ojo diabólico sobre la humanidad y circunda continuamente el rebaño de los fieles de la Iglesia, para arruinar y destruir sus almas[1]». A esta descripción demoníaca se le añaden los ojos relucientes, como método atrayente de la maldad.



Sus hibridaciones

Su hibridación es conocida por muchos nombres: Licántropo, hombre-lobo, werewolf, werwolf, bisclavret, loup-garou, etc.; todas estas denominaciones hacen referencia a la bestia fruto de la unión entre ambas especies. La tradición de licantropía medieval se remonta tiempo atrás, hasta la época clásica. Ya Plinio el Viejo, en su Historia Natural, recoge información sobre la metamorfosis del hombre lobo en una leyenda de los arcadios, donde un miembro de la familia es elegido al azar para portar esta maldición. Este dato es importante pues aporta el antecedente del despojo de ropas antes de la conversión –«lo llevan a un cierto lago del distrito, donde, después de colgar sus ropas en un roble, nada cruzando el agua y se dirige hacia el interior del desierto, donde cambia a lobo[2]»–. En este relato también se pone de manifiesto que las heridas infringidas a este ser en su estado de lobo, seguirán estando vigentes en su cuerpo humano. Pero no todo vino del Mediterráneo; el mundo céltico también aportó sus historias sobre licántropos. Un buen ejemplo se recoge en la Historia Brittorum de Nenius:
«Existen ciertos hombres de raza céltica que tienen un poder maravilloso que les viene de sus antepasados. Por una fuerza diabólica, pueden tomar a voluntad la forma de un lobo de grandes dientes cortantes[3]».

Tipos de metamorfosis

El Hombre Lobo. Grabado de Lucas Cranach el viejo, 1512.
Fuente: British Museum
Según Harf-Lancner, la metamorfosis en la Edad Media está asociada a cuatro ámbitos: lo diabólico, lo mágico, lo ilusorio y el sueño[4]. Por norma general, este acto no gozaba del beneplácito moral ya que, al otorgar Dios una forma y características a cada ser, el fenómeno del cambiante sería interpretado como una transgresión; es decir, las artes mágicas harían su aparición en el tablero y, puesto que la magia se asociaba a los demonios, la metamorfosis adquiriría un sentido diabólico. Este mensaje fue transmitido por los Padres de la Iglesia en la temprana Edad Media, cuyo mejor ejemplo es San Agustín y su De Civitate Dei. Por supuesto, hay que diferenciar entre metamorfosis elegida o impuesta, atribuida por medio de maldiciones. En muchas ocasiones, la transformación del hombre lobo se interpretaba como una posesión que concluiría con la vuelta a la forma humana por la acción exorcizante de un santo.

Es importante conocer la corriente que asocia la metamorfosis del hombre lobo al Doble, al otro yo, al que se llegaría a través del sueño, como bien aportaba Harf- Lancner. Esta interpretación se adscribe principalmente al ámbito germánico. Este desdoblamiento se puede interpretar como una especie de trance donde el individuo se desligaría de su cuerpo y su mente la poseería su physis animal –ya que según la teoría del doble físico (harm, entendida como una segunda piel), cada uno tendríamos destinado un animal apto para la metamorfosis–.


Uno de los relatos medievales más conocidos y bellos referidos a la licantropía es el lai Bisclavret, de María de Francia, que comienza así:
«Antaño se podía oír, y ocurría con frecuencia, que algunos hombres se convertían en “garval” y hacían de los bosques su casa. “Garval”, es decir, animal salvaje: mientras tiene esa rabia, devora hombres, causa gran daño, en los bosques vive y se refugia[5]».
El hombre-lobo que nos describe la autora no se muestra como una bestia sedienta, más bien se convierte en un personaje con el que se empatiza. El lai nos cuenta la historia de un hombre que, a causa del robo de sus vestiduras[6] por parte de su mujer, tiene que permanecer en estado lobuno durante un largo período de tiempo. En una partida de caza, el lobo queda rodeado por los perros del rey y este se acaba apiadando de él. Ya en la corte, el lobo se reencuentra con su mujer y su nuevo marido, lo que provoca una reacción violenta en el híbrido. La historia termina con la devolución de los ropajes a su dueño, y por lo tanto la vuelta a su estado humano, y la mutilación de la nariz de la mujer como castigo.
¿Qué datos podemos entresacar de este relato? El poder de las vestiduras que, en opinión de Lecouteux, representaría el cuerpo en sí, introduce la hipótesis del doble, que frecuentemente se olvida en los trabajos fuera del ámbito nórdico. El fragmento en el que tiene que vestirse es bien curioso, puesto que no se cuenta de qué manera lo hace –recordemos que la forma es la de un lobo, animal, no una figura híbrida, por lo que se afianza la figura del desdoble–. Otro dato destacable es el mantenimiento de la conciencia del hombre, que aun estando en forma de lobo, es capaz de reconocer a su mujer y entrar en un estado colérico, o comportarse de manera amable con el rey. Este dato entra en contradicción con la imagen de bestia irracional devoradora de hombres.


El lobo y el berserker

En el ámbito nórdico, el hombre lobo se asocia al berserker. En la Edda Menor, Snorri Sturlusson nos ilustra la imagen de los temibles guerreros de Odín:
«Odín podía hacer que, en la lucha, sus enemigos se volvieran ciegos o sordos o llenos de temor, y sus armas cortaban menos que simples palos, y sus hombres iban sin armadura y estaban en trance, como perros o lobos, mordían los escudos, eran fuertes como los osos o toros. Mataban a las gentes y ni el fuego ni el hierro les dañaba; se llama furor de berserk[7]

Otro ejemplo lo encontramos en la Saga de Egil, de Snorri Sturluson. En este relato se nos presenta al abuelo de Egil, Úlf (lobo). El personaje es descrito como un berserker clásico, sin la apariencia terrible que veíamos en la anterior definición:

«Había un hombre llamado Ulf, hijo de Bjalfi y Hallbera. Ulf era tan alto y tan fuerte que nadie había igual a él; de joven había sido vikingo, y participó en muchas expediciones. (…) tenía la costumbre de levantarse al amanecer y visitar a sus campesinos, o a los herreros, para ocuparse de su ganado y de sus tierras, y siempre que era necesario su consejo hablaba con la gente: sabía dar siempre buenos consejos, pues era muy sabio. Pero siempre, al atardecer de cada día, se irritaba tanto que pocos osaban dirigirle la palabra, y prefería acostarse temprano. Se decía que podía cambiar de forma a voluntad. Le llamaban Kveld-Ulf[8]».

Grabado que reproduce el relieve de la placa de bronce de Torslunda. Perteneciente a la era de Vendel y descubierta en la isla de Öland (Suecia). Fuente: Wikipedia

Con la llegada del cristianismo al norte de Europa, la imagen del berserker se tornó en la de un poseso, como ocurrió en otras partes del continente. Como ya hemos apuntado, la tradición escandinava es muy prolífica en referencias al lobo y su hibridación; Snorri recogerá en su Edda Menor el nacimiento de los hijos de Angbroda, todos con apariencia de lobo, de entre los que destacará Fénrir.



¡Os espero entre las hojas!



BIBLIOGRAFÍA
  • Bestiario de Aberdeen. Recurso en línea.
  • HARF-LANCNER, L.: “La métamorphose illusoire: des theories chrétiennes de la métamorphose aux images médiévales du loup-garou” en Annales. Économies, Sociétés, Civilisations. 40e année, nº1, 1985. pp. 208-226.
  • LECOUTEUX, Claude.: Hadas, brujas y hombres lobo en la Edad Media: Historia del doble. Palma de Mallorca: José J. de Olañeta, 1998.
  • MARIA DE FRANCIA: Lais; introducción traducción y notas de Carlos Alvar. Madrid: Alianza, 2004.
  • PLINIO EL VIEJO: The Natural History, Book VIII, 34. (22.)
  • STÚRLUSON, Snorri: Saga de Egil Skallagrimsson; edición preparada por Enrique Bernárdez. Madrid: Editora Nacional, 1984.
  • STÚRLUSON, Snorri: Textos mitológicos de las Eddas; edición preparada por Enrique Bernárdez. Madrid: Miraguano, 2006.



NOTAS

[1] «The Devil has the nature of a wolf; he always looks with an evil eye upon mankind and continually circles the sheepfold of the faithful of the Church, to ruin and destroy their souls» Fragmento extraído del Bestiario de Aberdeen.  

[2] «then taken to a certain lake in that district, where, after suspending his clothes on an oak, he swims across the water and goes away into the desert, where he is changed into a wolf » Fragmento extraído de PLINIO EL VIEJO: The Natural History, Book VIII, 34. (22.) “Wolves; The origins of history of Versipellis”.

[3] Fragmento recogido en LECOUTEUX, Claude.: Hadas, brujas y hombres lobo en la Edad Media: Historia del doble. Palma de Mallorca: José J. de Olañeta, 1998.

[4] HARF-LANCNER, L.: “La métamorphose illusoire: des theories chrétiennes de la métamorphose aux images médiévales du loup-garou” en Annales. Économies, Sociétés, Civilisations. 40e année, nº1, 1985. pp. 208-226.

[5] Fragmento extraído de: MARIA DE FRANCIA: Lais; introducción traducción y notas de Carlos Alvar. Madrid: Alianza, 2004. pp. 77-78.

[6] «-Señora- le dijo-, junto al bosque, al lado del camino por el que yo voy, hay una capilla, que muchas veces me ha sido muy útil: hay allí una piedra hueca, grande, cavada por dentro, bajo un arbusto; meto mis ropas dentro, bajo el arbusto, hasta que regreso a casa» Ibidem, p.80.

[7] STÚRLUSON, Snorri: Textos mitológicos de las Eddas; edición preparada por Enrique Bernárdez. Madrid: Miraguano, 2006. pp. 248-249.

[8] Kveld-Ulf: “lobo nocturno”. Fragmento extraído de: STÚRLUSON, Snorri: Saga de Egil Skallagrimsson; edición preparada por Enrique Bernárdez. Madrid: Editora Nacional, 1984.

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