ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL ÁRBOL DE NAVIDAD


Glade Jul. Viggo Johansen, 1881. Fuente: Wikimedia Commons


A estas alturas de año, seguramente todos/as —queridos/as lectores/as— tengáis ya decorado vuestro árbol de Navidad. Actualmente no se concibe esta festividad sin él, pero ¿ha existido siempre? ¿qué significado tiene? ¿cuál ha sido su evolución? En esta entrada vamos a desenmascarar a nuestro festivo ejemplar…



Los orígenes del árbol de Navidad

«la atracción de todo lo verde, colorido y brillante en la estación invernal es elemental[1]»


La innegable importancia del árbol en la cultura y el folklore nos hacen relacionar de una manera casi directa, en un primer golpe de pensamiento, el paganismo con el árbol de Navidad, ¿pero es esto cierto? En su mayor parte sí, pero, como bien nos advierte Lévi-Strauss, no todo debe reducirse a la justificación por los vestigios; toda tradición tiene sus orígenes y sus procesos y el árbol de navidad no es una excepción ya que su popularidad es relativamente reciente.

Una vez aclarado este punto comenzaremos a desgranar los orígenes del “siempreverde”. Indudablemente existe un poso de paganismo del cual se van tomando motivos que sirven para recomponer y adaptar una antigua celebración. Sus raíces —nunca mejor dicho— podemos encontrarlas en las antiguas festividades relacionadas con el solsticio de invierno, a su vez relacionado con la fertilidad, el rebrote y el retorno de la luz. Nunca está de más recordar que el tiempo pagano es cíclico, regido por las leyes naturales, por lo que no es de extrañar que el reino vegetal sea protagonista o actor secundario en algunas de estas celebraciones. Tras el solsticio de invierno las noches se van acortando y comienza el proceso de rebrote. El color verde de la vegetación representa la esperanza, la vitalidad y la fertilidad. Casi independientemente del área geográfica, encontramos en las diversas festividades nexos de unión como las ofrendas para satisfacer las futuras cosechas, muy relacionadas con la fertilidad, y la vuelta de la luz solar.


Green and brown christmas wreath. Fotografía de Erwan Hesry. Fuente: Unsplash


Influencias asiáticas

Bred Brunner, en su obra Inventing the Christmas Tree, recoge la teoría de la arqueóloga Muazzez Ilmiye Çig sobre la búsqueda del origen en las culturas de la estepa centro-asiática, donde es costumbre decorar los árboles con lazos de colores en honor al dios Bai- Ulgan, Esta divinidad estaría relacionada con el sol y las festividades en su honor coincidirían temporalmente con el solsticio de invierno. Según Ilmiye, fueron los hunos quienes llevaron esta costumbre a Europa. 


Paganismo clásico

Para encontrar influencias tenemos que acudir a las Saturnalia, festividad que, en su inicio, se celebraba el 17 de diciembre —la duración de ésta fue variando según la época; con Augusto se redujo a 3 días, pero gracias a su popularidad en algunas épocas se alargaba casi una semana—. Se celebraban en honor a Saturno y eran precedidas por el Natalis Invicti. Lo que nos parece representativo para el tema a tratar, es el uso de hierbas y “siempreverdes” para decorar edificios y hogares, bien a modo de coronas o bien con ramas de bayas.


Ámbito germánico-nórdico

Árboles perennes como la pícea, el acebo, el abeto o el enebro servían como amuletos contra la mala suerte debido a su característica conservación de follaje y, por ende, su permanente color verde. La creencia de que los árboles servían como habitáculo de seres sobrenaturales justificaba que el deshoje otoñal se produjera a consecuencia del abandono de este ser. Es entonces cuando se adornaría el árbol con cintas, piedras de colores y hojas verdes para animarlo a volver a ocuparlo. De igual modo tenemos testimonios del uso del árbol como depositorio de ofrendas pendientes de las ramas. Dentro de las celebraciones de Yule encontramos la adoración y decoración de un árbol de hoja perenne en el interior de los hogares, el cual haría referencia al árbol cósmico.



Muy importante y relacionado con la simbiosis entre solsticio y vegetación es el leño de Navidad— Yule log, Tréfoir, christbrand, tronca de navidad, ceppo, etc. —. Este leño ardería toda la noche y sus cenizas podían servir con fines medicinales o serían esparcidas por las cosechas para favorecer la fertilidad de los campos. Esta tradición no es propia del mundo germano y escandinavo, ya que podemos encontrarla en numerosas geografías, entre ellas nuestro país[2]. La elección de la especie arbórea puede variar dependiendo de la geografía. En el ámbito mediterráneo podemos encontrar leños provenientes de olivo, almendro, higuera, manzano, parra o encina; mientras que en el norte europeo suelen ser de roble.


Personas recogiendo el leño de navidad. Grabado recogido en Chamber's Book of Days, 1832.
Fuente: Wikipedia 


La llegada del cristianismo

Como ya hemos apuntado en numerosas ocasiones, la transición entre el paganismo y el cristianismo fue un largo y complejo proceso lleno de sincretismo. En lo que respecta a las creencias relacionadas con la vegetación tenemos dos modos de cristianización muy distintos: destrucción o prohibición y asimilación. En el primer grupo podemos nombrar al obispo Martín de Braga (s. VI), quien en su De correctione rusticorum recoge la prohibición de depositar ofrendas en árboles, fuentes y piedras y la decoración vegetal en fechas destacadas del paganismo, atribuyendo todo este tipo de supersticiones al ámbito diabólico:


«Nam ad petras et ad arbores et ad fontes et per trivia cereolos incendere, quid est aliud nisi cultura diaboli? Divinationes et auguria et diez idolorum observare, quid est aliud nisi cultura diaboli? Vulcanalia et Kalendas observare, mensas ornare, et lauros ponere, et pendem observare, et fundere in foco super truncum frugem et vinum, et panem in fontem mittere, quid est aliud nisicultura diaboli?[3]»

Otro ejemplo de este modus operandi es San Bonifacio —Wynfrith— (s. VIII) y su famoso episodio con el roble Donar de los germanos. La tradición cuenta que San Bonifacio acudió a evangelizar la zona de Hesse, bajo el mandato del papa Gregorio II. Una vez allí, vio que en Geismar adoraban un roble consagrado al dios Thor (roble Donar) —aunque en las fuentes aparece nombrado como roble de Júpiter debido a una asimilación en la traducción con la mitología clásica—, el cual decoraban y donde se depositaban ofrendas. Como acción evangelizadora, el árbol fue derribado, lo que provocó la ira de los pobladores locales, quienes maldijeron a los evangelizadores ante sus dioses. Ante tal revuelo, San Bonifacio explicó que el árbol había sido derribado milagrosamente y que se había dividido en cuatro partes de igual longitud. Con esta madera se construiría un templo dedicado a San Pedro[4]. Otra versión, relacionada directamente con nuestro protagonista, cuenta que en el lugar del roble derribado se plantó un pino que se adornó con manzanas y velas, nombrado como “el árbol del niño Jesús”, aunque esta última interpretación es posible que fuera fruto de adaptaciones posteriores.


San Bonifacio derribando el roble Donar. Grabado de Bernhard Rode, 1781. Fuente: Wikipedia


Ya en el ámbito puramente cristiano medieval encontramos una práctica muy destacada durante el día previo a Navidad: la representación de la expulsión de Adán y Eva del Paraíso (Gen. 2, 3) relacionada con el pasaje del árbol del conocimiento, del bien y del mal. El árbol usado en este acto estaría decorado con manzanas, que representarían el pecado, y después de la misa del gallo se añadirían velas.

Junto al episodio del Génesis, encontramos también la creencia popular en la que el manzano, además de otros árboles, florecerían en la víspera de Navidad.

«In the harshest and mores disagreeable time of the year, it bore apple blossoms the size of a thumb on the night of Christ’s Birth. For this reason, many believers from Nuremberg and the surrounding areas would come by and keep vigil in order to see the truth for themselves[5].»


El filósofo alemán Alexander Tille[6] ve en la conjunción de esta creencia, y la decoración con siempreverdes del paganismo clásico, los orígenes de esta tradición, aunque como podéis ir comprobando, son muchas las influencias que podemos rastrear tanto en geografía como en folklore y cultura.

Y si bien los procesos de cristianización violentos tuvieron un resultado más inmediato, aunque prácticamente menos eficaz, fueron aquellos basados en la asimilación los que progresivamente fueron calando entre las poblaciones locales. Si bien veíamos que el paganismo usaba elementos vegetales como decoración, esta costumbre pervivió durante la edad media ya que coronas y ramas verdes de hojas aciculares se colgaban en las puertas y en los hogares. 

Teniendo en cuenta los antecedentes paganos de esta tradición, la Iglesia católica se mantuvo muy reacia a adoptar la figura de Santa Claus y todo lo que ella conllevaba. A pesar de la reinterpretación cristiana del árbol de navidad — simbología de las manzanas como pecado, la estrella de Belén en la copa y las luces como Cristo, dentro de la escena cristiana el árbol y el nacimiento formarían un conjunto, colocando este último a los pies del “siempreverde”— no fue hasta 1982 cuando se alzó uno en la plaza del Vaticano, bajo el mandato del papa Juan Pablo II.


Green Christmas Tree. Fotografía de Annie Spratt. Fuente: Unsplash



¿Cuál fue el primer árbol de navidad?

Aunque las referencias existentes no son muy claras, podemos hacer una pequeña cronología nombrando algunos ejemplos ubicados entre principios del siglo XV y finales del XVI:

  • 1419: primera documentación escrita conservada sobre un árbol alzado en el Hospital del Espíritu Santo por el gremio de panaderos de Freiburg (al sur de la actual Alemania). El ejemplar estaría decorado con manzanas, ostias, pan de jengibre y alguna especie de espumillón.
  • 1441: árbol alzado a la entrada de Tallín (Estonia), alrededor del cual se danzaría.
  • 1444: Jhon Stow (1525-1605) recoge en su obra, “Survey of London” (1598), la existencia de un árbol situado en la ciudad de Londres. Y la cita dice así:
«a standart of the tree being set up in the midst of the pavement fast in the ground, nailed full of holme and ivie, for disport of Christmas to the people»

  • 1510: en Riga, la hermandad de los cabezasnegras alzó un árbol en la plaza central de la ciudad con motivo del solsticio de invierno. Éste fue decorado con hilo, paja y manzanas para posteriormente quemarlo en una gran hoguera.
  • 1570: en Bremen se situaba un árbol a la entrada de un gremio. Este ejemplar estaba decorado con manzanas, nueces, pretzels y flores de papel. Durante Navidad, los niños podían sacudir el árbol.

Esta cronología deja constancia de la realidad de esta práctica, pero tenemos que tener en cuenta que no podemos equipararlos con los árboles de navidad tal y como los conocemos ahora puesto que, como veremos a continuación, la costumbre de decorar el árbol en el interior del hogar comenzó a popularizarse a partir del siglo XVIII.



De Este a Oeste. Expansión y evolución por Europa.



Christmas Tree. Grabado incluido en Godey's Lady's Book. Fuente


Alemania

En el apartado anterior hemos visto algunos ejemplos cronológicos de la celebración de esta costumbre, pero ¿qué lugar podemos marcar como inicio de los modernos árboles de Navidad? Los investigadores coinciden en buscar los antecedentes en el seno de la Alemania protestante. Una creencia muy extendida es aquella que nombra a Martín Lutero como el primero en añadir velas al árbol, inspirado en el fulgor de las estrellas entre las ramas de un ejemplar de su jardín. 

Miles —en su obra Christmas in rituals and tradition Christian and Pagan— remarca el carácter hogareño de esta tradición. El árbol se colocaría en el centro de la habitación y a su alrededor se desarrollaría la vida familiar. También se podían encontrar vegetales decorando edificios sacros. En Munich, apunta, se podían encontrar árboles en hogares, iglesias y cementerios, con tumbas decoradas con acebo, muérdago y algún pequeño árbol con luces resplandecientes. 

Como ya hemos visto anteriormente, el primer ejemplo datado se localiza en Alemania —donde se asentará y desarrollará durante todo el siglo XVIII— desde donde se exportará al resto de Europa. Allí esta costumbre no se circunscribía a un único grupo social favorecido —como sí veremos que ocurría en Inglaterra— ya que nadie era ni demasiado pobre ni demasiado solitario para tener uno. Como ya hemos apuntado, esta tradición se desarrolló dentro del ámbito protestante, y de allí al católico. Miles vuelve a recoger un ejemplo en Saint Boniface’s Whitechapel (católica), la cual fue decorada con dos vistosos árboles engalanados con bolas de colores brillantes e hileras de oro y plata, además se encenderían velas durante la bendición. 

En sus inicios los árboles estaban decorados con nueces, manzanas, flores de papel, etc., pero no estaban permanentemente iluminados. El primer ejemplar iluminado del que se tiene constancia se data en 1785.


Inglaterra

Aunque ya hemos visto que Stow describía la decoración navideña del Londres del siglo XV, la costumbre de poner el árbol aún no se había asentado. No fue hasta 1848 cuando el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo, esposo de la reina Victoria, trasladó está tradición desde Alemania hasta la Inglaterra victoriana. En 1851 se admiraría el primer árbol decorado en Innsbruck. Progresivamente se irá extendiendo a otras clases sociales, pero en sus inicios era una práctica reservada para las clases más favorecidas.


La reina Victoria y Alberto de Sajonia-Coburgo. Grabado incluido en Godey's Lady's Book, 1850.
Fuente


Otras zonas europeas

Respecto a Francia hay varias teorías. Unos fechan la llegada a finales del s.XIX, durante la guerra franco-prusiana (1870-1871); otros manejan la opción de que fuera la princesa Helena von Meckeeburg quien lo llevara a París en 1837, sin embargo también se conoce la existencia de un árbol en el palacio de Tullerías en la Navidad de 1867, que habría sido mandado decorar por Eugenia de Montijo, consorte de Napoleón III.


En España también llegaría a finales del siglo XIX, conociéndose un ejemplo en el Palacio de Alcañices (Madrid), mandado colocar por Sofía Troubetzkoy, esposa de José Isidro Osorio y Silva.



El árbol de navidad en el mundo


Norteamérica

Fue introducido por soldados procedentes de la actual Alemania a finales del siglo XVIII. Allí se expandió de manera más rápida, siendo muy común en los Estados Unidos de principios del XIX. A finales de siglo, en 1882, Edward H. Johnson —vicepresidente de la Compañía Eléctrica de Edison—, creó en su hogar el primer árbol de navidad iluminado con electricidad. En 1912 se produjo la inauguración del encendido del gran árbol de navidad de Nueva York.

Lighted Christmas Trees. Rockefeller Center, Nueva York. Fotografía de Alex Haney. Fuente: Unsplash


Vida más allá del abeto

Cada vez que pensamos en el árbol de Navidad, asociamos la imagen al abeto, pero ¿en todos los lugares se usa el mismo tipo de árbol? Si queremos elegir un ejemplar natural, lógicamente no —de los artificiales hay multitud de tamaños, precios y colores—, pues la elección del mismo dependerá de la zona geográfica en la que nos encontremos. En Chile encontramos la araucaria, un ejemplar perteneciente al género conífera, en Nueva Zelanda el majestuoso pohutukawa, o mirto, con su intenso color rojo o el castaño de indias en la zona de Grecia y Bulgaria.



Pohutukawa (Metrosideros excelsa). Fuente: Wikipedia

A pesar de repasar especies arbóreas, tenemos que tener en cuenta que en muchos lugares no era necesario el uso de un árbol per sé, sino que podían usarse simplemente ramas como decoración. 




Como conclusión podemos decir que el árbol de Navidad es un claro ejemplo de sincretismo, pues en él confluyen factores tanto paganos como cristianos —el fuego, la luz duradera, el verdor perenne, etc.—. Su relación con el solsticio hace que se le asocie con la fertilidad, la luz y el renacer del curso natural, conceptos adaptados y reinterpretados por el cristianismo —manzanas: pecado; luz: Cristo; forma triangular del árbol: Santísima Trinidad—. 






¡Feliz Navidad y próspero año nuevo!




¡Os espero entre las hojas!





BIBLIOGRAFÍA


Representaciones



NOTAS

[1] BRUNNER, Bernd. Inventing the Christmas Tree. Yale university press, 2012.

[2] Si queréis saber más sobre esta tradición: GARCÍA PÉREZ, Guillermo: “La Tronca de Navidad” en Boletín de la Sociedad Ateneista de Aire Libre, nº46, 2014. pp. 9-19.

[3] Fragmento extraído de MARTÍN DE BRAGA: De correctione rusticorum

[4] Este episodio está recogido en Vita S. Bonifacii archiepiscopii, de Willibald (700-786)

[5] Fragmento recogido en un texto de 1430. Incluido en BRUNNER, Bernd. Inventing the Christmas Tree. Yale university press, 2012.

[6] TILLE, A. “German Christmas and the Christmas-Tree”, en Folk-Lore, vol.3, 1892. pp. 166-182.

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