EL BOSQUE COMO FUENTE DE RECURSOS EN LA EDAD MEDIA
"Y los árboles alzan su voz, los abetos suspiran, las encinas responden sabiamente: "Bastante tenemos nosotros con nuestros propios males, sin cuidarnos de tu hijo. Hemos sido creados por un destino cruel, traídos a una desdichada vida. Se nos tala, se nos corta en pedazos para alimentar la lumbre de la chimenea, para calentar la estufa; se nos prende fuego para despejar la tierra que ocupamos"[1]"
Hasta hoy, hemos centrado nuestra atención en el bosque más sobrenatural e imaginado, recorriendo su influencia y significados. Esta entrada inaugura el apartado del bosque real, poniendo de manifiesto sus implicaciones y funciones en la historia, más concretamente, su papel económico como fuente de recursos. Para definir este papel con profundidad, hemos elegido la Edad Media, puesto que ilustra de manera perfecta la transición desde un mundo ruralizado hacia uno urbanizado, además de otorgar a la foresta una serie de implicaciones jurídicas que limitarían su área, su uso, etc.
Para hablar sobre la naturaleza y sus implicaciones en cualquier período es fundamental atender a la geografía y al paisaje, y la manera en la que son concebidos por los individuos históricos que habitan y se relacionan en ellos. Respecto al bosque medieval, reina la visión de una Europa verde, plagada de espesas masas boscosas. Hay que decir que no es del todo cierta, pues esa imagen de espacio impenetrable se desvanece al comprobar que muchos de estos espacios gozan de claros en su interior, eso sin contar las numerosas deforestaciones producidas a partir del siglo XI en una gran parte del territorio europeo. Hay que recalcar que el sur de Europa sufrió en mayor porcentaje esta pérdida de bosque que el norte. Según Charles Higounet, las mayores extensiones de bosque estarían situadas en centroeuropa, en las zonas de Germania y Bohemia. Buen ejemplo de esto lo encontramos en el relato de viajes de Pero Tafur que en el siglo XV recoge maravillado el imponente bosque centroeuropeo:
"E partimos desta ciudad [Praga] caminando por Bohemia fasta salir de ella, que ay entre ella e Alemaña parece que sea como muro de un bosque muy alto e muy espeso e no se podríe cavalgar ni aun a pie andar, sino por los caminos ordenados[2]".
Podemos decir, pues, que la imagen de un bosque abundante pertenece a los primeros siglos medievales cuando la vida rural se reaviva en detrimento de las ciudades vigentes en el mundo clásico. Esto, junto a las condiciones climáticas húmedas, permitió la recuperación de especies naturales en el norte (Gales, Bélgica) como el helecho, el roble y el haya; y en el sur (Francia, Italia, Portugal, etc.), como el pino, el abeto, el alcornoque o el castaño[3]. Fumagalli apunta que el paisaje altomedieval europeo se componía de vegetación natural, con bosques y zonas pantanosas. Este paisaje hostil hacía muy difícil la habitabilidad y la explotación de la tierra[4], es por esto por lo que la economía altomedieval se basaba en un modelo de supervivencia; como diría Georges Duby: "vivían una existencia dominada por el ciclo de los trabajos agrícolas y su subsistencia dependía de la tierra, de la que obtenían todos sus recursos[5]”.
¿Cómo se distribuía el terreno en un poblamiento medieval?
Antes de explicar las implicaciones del bosque en la economía medieval, es necesario exponer cómo se distribuía el terreno de habitabilidad y cultivo de una aldea del occidente medieval:
- Ager: es el lugar donde se encontraban las parcelas de cultivo. Estas tierras se fueron agrandando según se iban colonizando cada vez más zonas para su aprovechamiento. En estas parcelas se cultivaban cereales, en mayor porcentaje, regidos por unas rutinas anuales de rotación.
- Saltus: esta zona no era cultivable, pero de ella se obtenían numerosos recursos silvopastoriles y se usaba como zona de pasto para el ganado. Podía estar formado por bosques, pantanos o praderas.
- Eremus: es aquella porción de naturaleza silvestre sin explotar.
¿Qué recursos podemos extraer del bosque?
"Noviembre" perteneciente a Las Muy Ricas Horas del Duque de Berry. s. XV. Museo Condé, Chantilly. Fuente: Hesperetusa |
- Recolección de recursos silvopastoriles: frutos del bosque (castañas, nueces, moras, etc.), miel, cera, setas, etc.
- Recolección de madera y leña. La tala y quema de los bosques: Este material merece una mención especial pues la madera estaba muy bien considerada; Jacques Le Goff la definía así: "tan preciada durante la Edad Media, con los productos de la tierra, que pasa a ser el símbolo de los bienes terrenos[6]". Este material se opone a la piedra y a los metales por su concepto de “materia viva”, ya que "vive, muere, tiene enfermedades y defectos[7]". El papel de la madera es fundamental, puesto que sirve para construir viviendas, utillaje, etc. además de usar la leña para cocinar y calentar el hogar. Además, la corteza servía para curtir el corcho, las cenizas para hacer jabón y el carbón vegetal para usarlo en las herrerías[8].
- Espacios para pastoreo: ya sea en las proximidades del bosque como en su interior. Los retoños, el follaje, los arbustos, las bellotas o los pastizales de los claros servían como alimento al ganado porcino, bovino, caprino, ovino y equino. El desbroce por parte de cerdos y cabras provocó un efecto negativo que terminaría de rematar la tala indiscriminada de bosques tras la puesta en marcha de los sistemas roturadores en los campos europeos.
- Espacio de caza y pesca: estas actividades estaban más limitadas a consecuencia de la entrega de concesiones y los espacios reservados, por ejemplo, al rey. Las especies más cazadas eran los ciervos, el jabalí o animales más pequeños como los conejos, las liebres, etc.
- Explotación metalúrgica[9]: muchos centros de explotación metalúrgica se situaban cerca de corrientes de agua y bosques. De igual manera se usaba el carbón como combustible para los grandes hornos.
Como ya se apuntó con anterioridad, la devastación de muchas zonas forestales comenzó a partir del siglo XII con mayor impacto. Los procesos roturadores tenían como objetivo hacer de terrenos hostiles espacios cultivables, es por esto que se talaron y quemaron grandes masas boscosas y se desecaron zonas pantanosas, entre otras técnicas. Esto, junto a la piromanía, provocó que se crearan leyes para frenar la desaparición drástica de estos espacios, pues el fuego podía destruir poblaciones enteras. Un buen ejemplo de esto nos lo ofrece Alfonso X el Sabio:
"Manda el Rey que non pongan fuego pora quemar los montes, e al quelo fallaren faziendo quel echen dentro, e sinon pudieren aver quel tomen lo que ouviere[10]"
"Diciembre", pintura mural perteneciente al Ciclo Dei Mesi del Castillo de Buonconsiglio, Trento, s. XV. Fuente: Wikimedia Commons |
¡Os espero entre las hojas!
BIBLIOGRAFÍA
- BARROS, C.: "La humanización de la naturaleza en la Edad Media." Edad Media: revista de historia, nº2, 1999. pp. 169-194. Podéis leerlo aquí
- CONTAMINE, P.; BOMPAIRE, M.; LEBECQ, S.; SAMAZÁN, J.-L.: La economía medieval. Madrid, Akal, 2000. Versión digital disponible en Google Books
- DUBY, G.: Economía rural y vida campesina en el occidente medieval. Barcelona, Península, 1968.
- FUMAGALLI, V.: Las piedras vivas: ciudad y naturaleza en la Edad Media. Madrid, Nerea, 1989.
- Kalevala. Versión castellana de Alejandro Casona. Editorial Losada, 2002.
- LE GOFF, J.: La civilización del occidente medieval. Barcelona, editorial Juventud, 1969.
- PASTOUREAU, M.: Una historia simbólica de la Edad Media occidental. Buenos Aires, Kazt, 2006.
- PÉREZ PRIEGO, M. A. (edición y prólogo): Viajes medievales II: Embajada a Tamorlán; Andanças e viajes de Pero Tafur; Diarios de Colón. Madrid: Biblioteca Castro, 2006.
- SAMARKIN, V.V.: Geografía histórica de Europa occidental en la Edad Media. Madrid, Akal, 1976.
- SANCHO I PLANAS, M.: “Minería y metalurgia en la Edad Media: Relaciones socioeconómicas y evolución” en Primer Simposio sobre la Minería y la Metalurgia Antigua en el SW Europeo, Serós 2000, 4.0, pp.319-324.
NOTAS
[1] Fragmento extraído de: Kalevala. Versión castellana de Alejandro Casona. Editorial Losada, 2002. p. 32. Versión digital.
[2] Fragmento extraído de: PÉREZ PRIEGO, M. A. (edición y prólogo): Viajes medievales II: Embajada a Tamorlán; Andanças e viajes de Pero Tafur; Diarios de Colón. Madrid: Biblioteca Castro, 2006. p. 362.
[3] CONTAMINE, P.; BOMPAIRE, M.; LEBECQ, S.; SAMAZÁN, J.-L.: La economía medieval. Madrid, Akal, 2000. p. 16.
[4] FUMAGALLI, V.: Las piedras vivas: ciudad y naturaleza en la Edad Media. Madrid, Nerea, 1989. pp. 57-87.
[5] DUBY, G.: Economía rural y vida campesina en el occidente medieval. Barcelona, Península, 1968. p. 15.
[6] Fragmento extraído de: LE GOFF, J.: La civilización del occidente medieval. Barcelona, editorial Juventud, 1969. p. 283.
[7] Fragmento extraído de: PASTOUREAU, M.: Una historia simbólica de la Edad Media occidental. Buenos Aires, Kazt, 2006. p. 90 y ss.
[8] SAMARKIN, V.V.: Geografía histórica de Europa occidental en la Edad Media. Madrid, Akal, 1976. p. 43.
[9] Si queréis saber más sobre la metalurgia en la Edad Media podéis acudir al siguiente artículo
[10] Fragmento recogido en: BARROS, C.: "La humanización de la naturaleza en la Edad Media." Edad Media: revista de historia, nº2, 1999. pp. 169-194. p.26. Podéis leerlo aquí
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