REALIDAD Y FICCIÓN DE LOS BOSQUES SUMERGIDOS


Forest Ghost. Fotografía tomada en un bosque de kelp cerca de Banco Cortés, San Diego. Fotografía de Kyle McBurnie. Fuente: kylemcburnie.com


Siempre que hablamos de bosques se da por sentado que nos referimos a los situados en la superficie terrestre pero no hay que olvidar que bajo las aguas también existen espesuras verdes. Si, como hemos visto, el bosque es una rica fuente de influencias y simbolismos, los océanos no son menos. Nuestra intención con este artículo es poner de manifiesto la existencia de los llamados “bosques sumergidos”, los tipos que podemos encontrar y cómo han servido de inspiración para el encuadre espacial de algunas obras de ficción, tanto literarias como cinematográficas. 



La realidad de los bosques sumergidos

Los bosques de Kelp

Estas formaciones vegetales marinas son el ejemplo más destacado de lo que hemos denominado “bosques submarinos”. Estas espesuras acuáticas están formadas por algas pardas que pueden crecer cada día hasta cincuenta centímetros. Dentro de este mismo grupo podemos diferenciar dos tipos de kelp, dependiendo de la zona donde se sitúen: las laminariales, en las costas del hemisferio norte, y las “bladder kelps” (traducido algo así como algas vejiga) repartidas por el sur de los océanos Pacífico, Atlántico e Índico. Se sitúan cerca de la costa, en zonas subtropicales y templadas, con temperaturas inferiores a los 20 grados, y sin demasiada profundidad para recibir el mayor porcentaje posible de luz solar y así poder realizar la fotosíntesis.

A modo de raíces, “las anclas” de estas algas se enraízan en el sustrato rocoso (conocido por el nombre de holdfast, actuando a modo de raíz terrestre), elevándose desde el fondo marino a modo de columnas hasta la superficie donde se entremezclan sus hojas (o “sables”) creando una densa canopea. Pueden llegar a alcanzar alturas de hasta sesenta y cinco metros. Y, ¿cómo pueden mantenerse erectas? Esto se explica a través de pequeñas cápsulas o “vejigas” donde almacenan gas.

Los gigantes bosques de kelp son efímeros, con una extensión de vida de unos siete años. Las tormentas de invierno que azotan las aguas pueden desgarrar estos ejemplares por lo que estos daños pueden influir en su aparición o no en las aguas estivales.


Bosque de kelp en Escocia


Al igual que ocurre con los bosques terrestres, los acuáticos también poseen una rica biodiversidad. Podemos encontrar vida tanto en la cama marina como en la canopea, con ejemplos zoológicos tan diversos que van desde pequeños moluscos, crustáceos, gusanos de mar o peces y rayas hasta pájaros y mamíferos (nutrias o focas). De igual modo, en el lecho marino o “parque”, podemos encontrar anémonas o esponjas.

Los bosques acuáticos cumplen muchas de las funciones que ya hemos atribuido a los terrestres, aunque también incluyen algunas propias: 

  • Sirven como hogar de numerosas especies que no en todas las ocasiones actúan en beneficio del propio ecosistema, como ocurre con los erizos de mar y las lapas, los cuales pueden deteriorar el sustrato rocoso donde crecen estas algas.
  • Frontera contra las fuertes inclemencias oceánicas, disminuyendo su impacto sobre la costa.
  • Refugio contra depredadores y condiciones ambientales adversas para pequeños animales.
  • Como bien ocurre con los bosques terrestres, los bosques sumergidos, más concretamente los de kelp, son ecosistemas muy productivos, tanto para recursos de consumo como para la conservación ambiental. De igual modo, son un perfecto indicador de la buena calidad del agua.
Podríamos hablar y analizar largo y tendido sobre ecosistemas marinos pero necesitaríamos muchas más páginas de las que podemos rellenar en este formato. Hemos elegido los bosques de kelp como ejemplo ilustrativo puesto que hemos creído que, tanto por su estructura como por sus funciones y biodiversidad, es el que mejor puede compararse con los bosques terrestres, aun así, no queremos cerrar el bloque de los bosques reales sin nombrar las praderas de posidonia[1] o las llamadas “selvas del mar”, más conocidos como arrecifes de coral[2]. 


Los bosques sumergidos en los lagos

A diferencia de los ecosistemas anteriores, estos bosques no son propios del medio acuático sino que por otras causas acaban sumergidos por estas masas de agua dulce. Y, ¿qué produce estas grandes inundaciones? 

Como ocurre en Grüner See, en Austria, en verano el agua de los glaciares se derrite y desliza hacia este lago de agua esmeralda haciendo aumentar el nivel del agua desde los dos hasta casi los doce metros, inundando el entorno del mismo. Famosas son las estampas submarinas en las que los buzos nadan entre árboles y bancos.

Otra causa la encontramos en el lago Traful, Argentina. El bosque que se mantiene bajo las aguas fue resultado del desmoronamiento de una ladera a causa de un terremoto ocurrido en los años 60. Lo sorprendente de este caso es que actualmente aún se mantienen en pie ejemplares arbóreos de hasta 30 metros de alto, eso sí, con el color pálido de la muerte. 

Por la misma causa encontramos el bosque sumergido del lago Kaindy, en Kazajistán, el cual se inundó tras un terremoto en 1911.


Lago Kaindy, Kazajistán. Fuente

Como ya hemos apuntado, estos paisajes no pertenecen al medio acuoso pero las circunstancias han hecho que la vida se desarrolle entre sus ramas, pues podemos encontrar ejemplares de pequeños moluscos y peces de agua dulce, como el salmón.



Los bosques sumergidos de la ficción

Grandfather's house. Ilustración de Artsammich. Fuente: Deviant art 

Ya conocemos la realidad de algunos ejemplos de bosques submarinos por lo que estamos preparados para dar el paso hacia el mundo de ficción, precisamente cruzando la frontera que mejor define el cruce de estos mundos: el agua. Como ocurre con otras temáticas, mucho encontramos sobre los seres mitológicos que habitan las aguas pero poco sobre su hábitat y paisaje. Es por ello que, a través de algunos ejemplos, vamos a intentar recomponer y encuadrar las historias en su contexto espacial.

Muchos son los mitos que nos hablan de dioses, seres o ciudades sumergidas. Queremos comenzar hablando un poco sobre el mito de la Atlántida pues, como resulta lógico, una majestuosa ciudad no puede prescindir de los jardines exuberantes y los bellos parajes verdes y, ¿qué mejor manera de comenzar que por los dominios del dios de los océanos?

«Cuando Poseidón inspeccionó sus nuevos dominios, le pareció que estas islas eran más hermosas que ningún lugar en el mundo. Cada hoja de cada árbol era tan brillante como una esmeralda y los prados eran tan lozanos y verdes como las olas del mar en verano. Las flores tenían aromas tan ricos, que el aire era tan intoxicante como el vino (…) 
La belleza de la ciudad, con sus círculos de tierra conectados mediante grandes puentes que cruzaban los círculos de agua, se realzó aún más con espléndidos jardines, arboledas en flor e innumerables fuentes[3]»

Fuente: Pinterest


¿Y dónde podemos encontrar referencias al paisaje de esta famosa ciudad? En el Critias de Platón. En este diálogo se nos describe tanto el paisaje como la ciudad, sus habitantes y su funcionamiento antes de su inmersión como castigo.

«Pero antes el Ática, cuyo suelo no había experimentado ninguna alteración, tenía por montañas altas colinas; las llanuras, que llamamos ahora campos de Felleo, estaban cubiertas de una tierra abundante y fértil; los montes estaban llenos de sombríos bosques, de los que aún aparecen visibles rastros. Las montañas, donde sólo las abejas encuentran hoy su alimento, en un tiempo no muy lejano estaban cubiertas de árboles poderosos, que se cortaban para levantar vastísimas construcciones, muchas de las cuales están aún en pie. Encontrábanse también allí árboles frutales de mucha elevación y extensos pastos para los ganados[4]»

El paisaje natural de la Atlántida, pues, no sería propiamente marino sino que, a consecuencia de este castigo divino, sus colinas, valles y bosques quedarían sumergidos al estilo de los bosques de los lagos que ya se han expuesto con anterioridad.


Tras la pista de las sirenas

Y seguimos la pista del señor del mar desde la mitología griega hasta la literatura infantil. Como no podía ser de otra manera, hemos recurrido al famoso cuento de La Sirenita, de Hans Christian Andersen:

«Mar adentro, muy lejos, el agua es tan azul como el azul más puro, clara como el más limpio cristal, y tan profunda, que nunca el áncora llega al fondo. Harían falta muchos campanarios superpuestos para calcular aquella profundidad.
No creáis que el fondo está solo cubierto de arena blanca. Allí también crecen árboles y plantas maravillosas, de ramas y hojas cimbreantes, que se mecen al más ligero vaivén del agua. Entre las ramas se deslizan toda clase de peces, igual que los pájaros vuelan entre los árboles del aire.[5]».

Ilustración de Edmund Dulac para el cuento de La Sirenita, 1911. Fuente: Surlalune

A diferencia de la Atlántida, el reino donde habita la joven sirena es puramente submarino. Si comparamos la descripción del paisaje que nos da el texto con los bosques que ya hemos descrito vemos que no son compatibles pues se entiende que este feudo acuático estaría situado en el fondo del mar, alejado de los peligros de la civilización humana. Aun así, podríamos reconstruir este paisaje mezclando las praderas de posidonia con los arrecifes de coral, esta última imagen mucho más explotada en la versión cinematográfica de Disney.



Bajo las órdenes del capitán Nemo

Y dejamos de lado los dominios del reino oceánico mitológico para trasladarnos a la mente de uno de los escritores de ciencia ficción más importantes del siglo XIX: Julio Verne. En su obra 20.000 leguas de viaje submarino encontramos una variados y abundantes ejemplos de flora acuática, desde bosques de kelp y algas hasta cementerios de coral. 

En su primera inmersión con el capitán Nemo, el profesor Aronnax observa y describe de manera minuciosa los diferentes tipos de vegetación que va encontrando en el descenso, desde las primeras y claras algas hasta la espesa y profunda selva de Crespo, a 30.000 pies.

«Aquella selva se componía de grandes plantas arborescentes, y apenas penetramos bajo sus amplias bóvedas, atrájome la mirada una singular disposición del ramaje, disposición que no había yo notado hasta entonces. Ninguna de las hierbas que tapizaban el suelo, ninguna de las ramas que erizaban los arbustos, se arrastraba, o se encorvaba o se extendía en plano horizontal: todas subían hacia la superficie del océano. Ningún filamento, ninguna cinta, por delgados que fueren, dejaba de mantenerse recto como una varilla de hierro. Los fucos y las lianas se desarrollaban en una línea rígida y perpendicular señalada por la densidad del elemento que los había producido. Inmóviles, por lo demás, cuando yo las apartaba con la mano aquellas plantas volvían a tomar al instante la posición primera. Éste era el reino de lo vertical. No tardé en habituarme a tan extraña disposición, así como a la relativa oscuridad que nos rodeaba. El suelo de la selva estaba sembrado de bloques agudos, difíciles de evitar. La flora submarina me pareció bastante completa, más rica aún que en las zonas árticas o tropicales, donde sus productos son menos numerosos. Pero durante algunos minutos confundí involuntariamente los reinos entre sí, tomando a zoófitos por hidrófitos, animales por plantas. ¿Quién no se hubiera equivocado? ¡Tan de cerca se tocan la fauna y la flora en ese mundo submarino![6]»

Grabado de Alphonse de Neuville para 20.000 leguas de viaje submarino, 1871. Fuente

Este fragmento es sumamente importante pues, además de introducir un ecosistema poco usual, deja entrever una realidad vigente en el siglo XIX: los viajes de exploración científica y el descubrimiento de nuevas especies botánicas y zoológicas. La disposición de las plantas que nos describe el texto se asemejan a las grandes laminarias de los bosques de kelp, las cuales se alzan hacia la superficie en columnas y se mecen con el devenir del oleaje. 



Buceando en Hogwarts

J.K. Rowling se hizo famosa creando el mágico mundo de Harry Potter y, como no podía ser menos, el paisaje engalana cada una de las aventuras de los jóvenes magos. Para ilustrar los bosques submarinos hemos acudido a Harry Potter y el cáliz de fuego, más concretamente a la prueba que se realiza dentro del Lago Negro de Hogwarts. Y el texto dice así: 

«Al deslizarse por aquel paisaje extraño, oscuro y neblinoso, el silencio le presionaba los oídos. No veía más allá de tres metros a la redonda, de forma que, mientras nadaba velozmente, las cosas surgían de repente de la oscuridad: bosques de algas ondulantes y enmarañadas, extensas planicies de barro con piedras iluminadas por un levísimo resplandor. Bajó más y más hondo hacia las profundidades del lago, con los ojos abiertos, escudriñando, entre la misteriosa luz gris que lo rodeaba, las sombras que había más allá, donde el agua se volvía opaca.
Pequeños peces pasaban en todas direcciones como dardos de plata. Una o dos veces creyó ver algo más grande ante él, pero al acercarse descubría que no era otra cosa que algún tronco grande y ennegrecido o un denso macizo de algas. No había ni rastro de los otros campeones, de sirenas ni tritones, de Ron ni, afortunadamente, tampoco del calamar gigante.
Unas algas de color esmeralda de sesenta centímetros de altura se extendían ante él hasta donde le alcanzaba la vista, como un prado de hierba muy crecida. Miraba hacia delante sin parpadear, intentando distinguir alguna forma en la oscuridad... y entonces, sin previo aviso, algo lo agarró por el tobillo[7]».

A diferencia de los dos primeros fragmentos, es destacable la introducción de la oscuridad tanto en la descripción de Verne como en la de Rowling puesto que el fondo de las masas acuáticas no destaca precisamente por su claridad. Interesante a su vez es el aspecto de agua turbia del lago de la obra de Potter, un perfecto locus horridus acuático donde reinan las tinieblas y habitan seres monstruosos como el calamar gigante o los grindylows.


Fotograma de la película Harry Potter y el Cáliz de Fuego. Dirigida por Mike Newell y estrenada en 2005.




Esta entrada es un resumen del capítulo completo que dedicamos a este tema en nuestro libro Érase una vez... el bosque. Si queréis echarle un ojillo parcial podéis acudir a Google Books. Si os interesa haceros con él, podéis comprarlo en Libros.com.




¡Os espero entre las hojas!






BIBLIOGRAFÍA

  • ANDERSEN, H.C.: Cuentos de Andersen. Ilustrados por Arthur Rackham. Traducción de Alfonso Nadal. Barcelona: Editorial Juventud, 2017.
  • FULLER, I.: Scotland’s living landscapes: Kelp Forest. Scottish Natural Heritage, 1999. 
  • PAGE, M.; INGPEN, R.: Enciclopedia de las cosas que nunca existieron. Madrid: Anaya, 1988.
  • PLATÓN: Obras completas, edición de Patricio de Azcárate. Tomo 6, Madrid 1872. Versión digital disponible aquí.
  • ROCCHIO, L.: “Finding Floating Forests: It Takes anOnline Village to Map Massive Kelp” diciembre, 2014.
  • ROWLING, J.K.: Harry Potter y el cáliz de fuego. Ediciones Salamandra, 2001. 
  • VERNE, J: 20.000 leguas de viaje submarino. Versión digitalizada disponible aquí.


Multimedia

  • Documental sobre los bosques de kelp que podéis ver aquí (en inglés sin subtítulos), incluido en Discover Planet Ocean, documental de Discovery Channel, 2012. 


NOTAS

[1] Vídeo sobre la poseidonia oceánica que podéis ver aquí

[2] Documental sobre los arrecifes de coral que podéis ver aquí

[3] Fragmento extraído de PAGE, M.; INGPEN, R.: Enciclopedia de las cosas que nunca existieron. Madrid: Anaya, 1988. pp. 94-95. 

[4] Fragmento extraído de: Platón: Obras completas, edición de Patricio de Azcárate. Tomo 6, Madrid 1872. p. 276. 

[5] Fragmento extraído de ANDERSEN, H.C.: Cuentos de Andersen. Ilustrados por Arthur Rackham. Traducción de Alfonso Nadal. Barcelona: Editorial Juventud, 2017. p. 196.

[6] Fragmento extraído de VERNE, J: 20.000 leguas de viaje submarino.

[7] Fragmento extraído de ROWLING, J.K.: Harry Potter y el cáliz de fuego. Ediciones Salamandra, 2001. pp. 434-435

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