EL BOSQUE COMO FRONTERA AL MÁS ALLÁ (I): LA EPOPEYA DE GILGAMESH


Con La Epopeya de Gilgamesh abrimos la puerta a la serie sobre el Más Allá. Un Más Allá en sentido vertical, donde podemos ir o bien a los cielos, o bien a los infiernos. En este caso vamos a acompañar al héroe Gilgamesh y a su compañero Enkidu al bosque de cedros, antesala de la montaña sagrada.


¿Qué es La Epopeya de Gilgamesh?

Esta epopeya, fechada aproximadamente entre el  I y II milenio A.E.C., nos cuenta la historia del héroe Gilgamesh, sus gestas y su desesperada búsqueda de la gloria y la inmortalidad. 

Está escrita en cuneiforme y se encontró dispersada en tablillas por las antiguas ciudades excavadas de Kalah, Assur y Nínive entre mediados del siglo XIX y finales del XX. Su reconstrucción no fue nada fácil ya que los fragmentos estudiados están escritos en lenguas tan diversas como la paleo-babilonia, la acadia, la sumeria, la hitita, la hurrita o la asiria. Aunque durante este período de tiempo se hicieron muchos avances, la épica de Gilgamesh aún es un puzzle al que le faltan algunas piezas. Bien es cierto que, lejos de mantenerse sin novedades, en el año 2011 apareció una nueva tablilla que añadía más información acerca del famoso bosque de cedros.

La acción que nos interesa se encuentra recogida en la tablilla V, donde se describe el encuentro entre Gilgamesh, Enkidu y Humbaba.


¿Bosques en Oriente Medio? La importancia del Cedrus Libani

Normalmente no asociamos estos ecosistemas como elementos fundamentales de su entorno, pero en Oriente Medio también había madera. A pesar de que en su geografía predominan las estepas, llanuras y desiertos, las arboledas aportan su verdor en las zonas montañosas de los Montes Zagros, los Montes Tauro y la zona del Líbano; además el territorio de la antigua Mesopotamia estaba ocupado por pantanos y juncos, por algo se le conocía como la tierra entre ríos. Una de las especies vegetales predominantes en su flora es el cedro (Cedrus Libani), perteneciente a la familia de las coníferas. De él se puede extraer madera y aceite con el que se preparaban perfumes, además de su uso en el campo medicinal. Su importancia no sólo se resume en su practicidad, ya que, incluso hoy en día, sigue siendo uno de los emblemas vegetales de Oriente Medio. Para los antiguos habitantes de Mesopotamia el cedro se consideraba un árbol sagrado y su madera era la elección predilecta para construir palacios y templos. Sus cualidades simbólicas más apreciadas eran su majestuosidad, su belleza y su longevidad, característica que lo asoció a la eternidad. 


Humbaba y el bosque de cedros

Dispuesto a hacer que su nombre perdurara, el tozudo Gilgamesh desoyó las advertencias de su compañero Enkidu y decidió partir hacia el Bosque de Cedros que celosamente cuidaba Humbaba por mandato del dios Enlil. No son pocos los estudios que se han realizado en torno a este relato y son muchas las interpretaciones que derivan de este enfrentamiento bajo las ramas, entre ellas presentar a esta arboleda como el hogar de los dioses, pero ¿es eso cierto? El bosque de cedros no es en sí una morada divina, sino la antesala de la misma, el recibidor. Al igual que este paisaje tiene mucho peso en geografías donde abunda el brote verde, la montaña es la reina de la naturaleza sagrada en Oriente Próximo, sino preguntádselo a Las Plumas de Simurgh. Estas elevaciones se presentan como fuentes de creación, donde brota la vida primigenia, y ahora sí, como residencias divinas. Por tanto, la sacralización de los cedros está íntimamente ligada a su relación con la Montaña Sagrada. Sabiendo el fuerte carácter sacro y mágico de esta floresta, las intenciones de Gilgamesh se presentan cada vez más como un pulso hacia los dioses que tenía muy pocas probabilidades de ganar.

La Montaña Sagrada. Ilustración propia realizada para Érase una vez... el bosque


Los protagonistas acababan de llegar al bosque y delante de ellos se presentaban altos y gruesos ejemplares de cedros formando una densa canopea con la unión de sus ramajes. 

001 Se detuvieron. Atónitos contemplaban el bosque.
002 Observaban una y otra vez la altura de los cedros.
003 Observaban detenidamente la entrada del bosque,
004 por donde Humbaba iba y venía dejando su huella.
005 Los caminos estaban perfectamente trazados, la marcha era fácil.
006 Contemplaban la montaña de los cedros, la morada de dioses, trono de diosas.
007 En las faldas de la montaña los cedros exhibían altivos su exuberancia,
008 grata era su sombra, llena de encantos.
009 [Tupido] era el matorral, frondoso era el bosque,
010 […] cedro, el árbol aromático ‘balluku’… […][1]

Esta era la descripción habitual hasta el descubrimiento y transcripción de otra parte de esta tablilla V. Las nuevas averiguaciones nos informan, además, de que en él habita fauna exótica como monos, insectos o pájaros cantores. Aún sabiendo que en su interior se encuentra una criatura bastante peligrosa, la imagen que se nos da sobre el hogar de Humbaba está lejos de ser un locus horridus por varios motivos: es un paisaje sagrado, está trazado por senderos rectos y limpios de vegetación, es frondoso, pero a la vez luminoso y la fauna no supone una amenaza. En realidad, Humbaba, aún siendo peligroso, no supone el mayor riesgo para Gilgamesh, ya que la ira de los dioses por profanar este espacio sagrado es aún mayor. 


¿Quién es Humbaba?

Máscara que representa la cabeza de Humbaba. 1800-1600 AEC, Sippar. Fuente: British Museum

Es un ser sobrenatural, de gran envergadura y va armado con una especie de halos mágicos que lo ayudan a protegerse a sí mismo y al bosque de cualquier agente externo. Su imagen le precede, y se le conoce por poseer un carácter fiero y devastador que algunos estudiosos asocian a las fuerzas desatadas de la naturaleza. Así se lo hace saber Enkidu a Gilgamesh:

16 Hemos venido a un lugar al que no se debería. Tu brazo…
17 Blandamos las armas delante de la puerta de Huwawa,
18 […] … tomó… el más fiero de la estepa
19 […] dijo a su amigo: — “Él es la embestida de una tormenta,
20 [Huwawa, como] Adad, va a precipitarse sobre nosotros”[2].

Tradicionalmente se le describe con rasgos de ogro terrorífico y, desde la perspectiva occidental se le ha llegado a comparar con figuras simbólicas tan universales como el dragón o el demonio, a la manera cristiana, aunque creemos que no es la manera más correcta de describirlo. Su naturaleza no es maligna per se, simplemente desempeña una tarea sagrada y reacciona ante cualquiera que atente contra su cumplimiento. Frente a la osadía de los amigos, el guardián transforma su rostro y desata toda su furia. Y al igual que ocurría con el aspecto del bosque, las nuevas líneas transcritas también nos aportan información sobre la apariencia de Humbaba. Como habéis comprobado, su silueta monstruosa es casi su carta de presentación, pero las nuevas informaciones indican que hace su aparición no tanto como un ogro sino como un gobernante a la manera de los reyes babilonios, cuya música serían los cantos de las aves y los aullidos de los monos. 


Un épico enfrentamiento

Recordamos que los amigos llegaron al bosque y se quedaron maravillados contemplando la magnificencia de los árboles, pero sin perder tiempo se internaron en el bosque y el héroe comenzó a talar los cedros. El mal ya estaba hecho y el estruendo había alertado al guardián. 

El combate entre ambos tomó unas dimensiones épicas donde, en cada golpe, hasta el suelo temblaba y se resquebrajaba. Seamos sinceros, ante tal despliegue de fuerza ¿quién apostaría por un Gilgamesh sin ayuda externa? Tengamos en cuenta que el héroe ya está cometiendo un acto de ofensa contra los dioses, entonces, ¿por qué recibe ayuda? Porque su madre, Rimat-Ninsun, intercede al ofrecer plegarias al dios solar Shamash, quien envía ayuda a Gilgamesh en forma de trece fuertes vientos que le ayudan a inmovilizar a Humbaba. Con éste neutralizado y pidiendo clemencia, Gilgamesh acaba con su vida asestándole un fuerte golpe en el cuello. La decapitación de Humbaba pone el punto y final a la lucha, como si su cabeza fuese un trofeo que reforzara su osadía. Tras la muerte del guardián de cedros, todo el bosque se conmovió y tembló y los halos que lo acompañaban se dispersaron entre los árboles. En este momento, Gilgamesh y Enkidu comenzaron, hacha en mano, a talar los cedros de aquel lugar sagrado.

034’ Él dio muerte al ogro custodio del Cedro,
035’ los pedazos… […], una vez que aniquiló a la totalidad de los siete (halos)
036’ tomó la cota de malla de dos talentos y la espada de ocho talentos,
037’ una carga de diez talentos, bajó y holló el bosque,
038’ la secreta morada de los Anunnaki desveló,
039’ Talaba Gilgamesh los árboles, Enkidu escogía los mejores[3].

Aunque no en este capítulo, esta afrenta le saldrá cara a la pareja de héroes ya que un poco más adelante Enkidu pagará con su vida el atrevimiento de profanar la estancia de los dioses. 

Impronta en la que se representa a Gilgamesh y a Enkidu decapitando a Humbaba. Fuente: Twitter


Ya decíamos al principio que este pasaje aún sigue siendo motivo de debate entre los estudiosos de esta obra épica, quienes han teorizado sobre el posible significado metafórico de la lucha entre Gilgamesh y el gigantesco Humbaba. Desde representar la lucha entre barbarie y civilización, a personificar un conflicto entre clases sociales o figurar la ardua tarea que sería conseguir madera son sólo algunos ejemplos que no pueden quedarse más que en el campo de la especulación. Lo que está claro es que este relato es un puzzle inacabado que aún tiene muchas líneas por desgranar.





Esta entrada es un resumen del capítulo completo que dedicamos a este tema en nuestro libro Érase una vez... el bosque. Si queréis echarle un ojillo parcial podéis acudir a Google Books. Si os interesa haceros con él, podéis comprarlo en Libros.com.




Para leer la segunda entrada sobre esta serie, pinchad aquí: El bosque como frontera al Más Allá (II): La Eneida



¡Os espero entre las hojas!



BIBLIOGRAFÍA

  • Al-RAWI, F.N.H.; GEORGE, A. R. “Back to the Cedar Forest: The Beginning and End of Tablet V of the Standard Babylonian Epic of Gilgameš”, en Journal of Cuneiform Studies Vol. 66, 2014. pp. 69–90. Podéis consultarlo aquí.
  • JIMÉNEZ ZAMUDIO, Rafael (ed.). El poema de Gilgamesh. Cátedra, Letras Universales, 2015.
  • WAGNER, Carlos G. "El Poema de Gilgamesh: algunas preguntas desde la etnobotánica, la psicofarmacología y la confrontación con los mitos clásicos" en Espacio, Tiempo y Forma, Serie II, Historia Antigua, t.24, 2011. pp. 31-46. Podéis consultarlo aquí.
NOTAS

[1] JIMÉNEZ ZAMUDIO, Rafael (ed.). El poema de Gilgamesh. Cátedra, Letras Universales, 2015. pp. 191-192. 

[2] Ibidem, p. 194. 

[3] Ibidem, pp. 204-205. 

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